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  Relatos de Predator Hunter
 




Grandes Relatos de Predator Hunter

 

ULTIMO RELATO DE PREDATOR HUNTER



El espacio es realmente un lugar muy solitario. Cuando uno se acostumbra a ver las mismas estrellas, ya no le parece tan fascinante como la primera vez que lo vio.

Por suerte, el viaje estaba llegando a su fin. El planeta R475T en el nivel 415, concretamente en la región 20º 15' Norte, 35 º 40' Este, la región 11415S. Eso ponía la base de datos de la nave. Pero él conocía ese lugar como otro nombre. Lo conocía porque antes lo llamó hogar, antes vivió allí, antes de que vinieran a por él y se lo llevaran. Antes de todo esto.

Su nombre es Sosaria.

La nave no tuvo ningún problema en atravesar la atmósfera. Probablemente, si alguna persona se fijara, pensaría que la nave es un pequeño meteorito o una estrella fugaz que atraviesa el cielo. Valiente ironía que alguien pidiera un deseo al ver la estela de la nave.

El viajante posó la nave en las montañas, en un lugar que él conocía muy bien. Bajó de ella y no pudo reprimir el respirar el aire del lugar. Le traía muchos recuerdos todos esos olores, la caricia del viento, el terreno que pisaba... fueron muchos años los que allí estuvo. Pero ese lugar, era especial.
Reconocía a la perfección la montaña y sabía exactamente dónde estaba la cueva que él usaba como refugio. Incluso a pesar de que ahora la entrada estaba sepultada por un montón de rocas, lo más seguro a causa de algún desprendimiento, a Predator Hunter no le costó encontrarla.

Se hubieran tardado semanas, o incluso meses, en poder abrir una brecha en las rocas para poder llegar a la cueva, contando con varios mineros y unos picos de gran calidad. Pero no hacía falta nada de eso. En su brazo izquierdo, tecleó el sistema automático de disparo de la nave. En unos pocos segundos, un haz de luz de color rojo, fundió las piedras que estaban en mitad del camino y dejaron via libre para el cazador.

Se adentró en la cueva, sin ningún miedo, sin ningún temor, a pesar de la oscuridad. Al contrario, se sentía como en casa, como si estuviera de nuevo en un lugar acogedor y placentero. Al final del todo, allí la vio, con un resplandor azul, el mismo resplandor que dejó hace ya muchísimos años.

La lanza de cuchilla doble que dejó aquí seguía intacta, inamovible, gracias a los polvos que usó, haciendo que el arma pesara más que cualquier dragón del mundo. Junto a la lanza, la piedra donde escribió su nombre. Un altar para aquellos que recordaran su nombre y pudieran rendirle pleitesía.

- No parece que hayan venido por aquí muy a menudo... - dijo en medio de la oscuridad. Tampoco le sorprendió, al estar en un lugar oculto y apartado.

En ese momento, sacó una pequeña bolsita, una bolsita que llevaba guardada en un baúl hacía ya mucho tiempo, aunque no tanto desde que dejó por completo este mundo. Esparció unos pocos polvos por encima del arma, que pasó de un resplandor azul a un resplandor rojo. De repente, nada brilló ya alrededor del arma. Ningún brillo iluminaba ahora la estancia.
El cazador cogió su lanza y la levantó sin problemas. El hechizo seguía funcionando, aun después de haber estado tanto tiempo guardado en un baúl. El arma seguía estando igual de perfecta que el primer día que la forjaron. Tan sólo tenía un poco de polvo, pero las hojas seguían igual de afiladas. Pasó los dedos por las dos hojas, comprobando el perfecto equilibrio que mantenían.
Un par de movimientos con las dos manos. No había perdido ni ganado nada de peso, aun después de estar tanto tiempo sin usarse. Seguía estando igual, ninguna imperfección, ninguna muesca.

Miró entonces la piedra donde estaba escrito su nombre. Lo escribió con aquella misma arma, con la misma hoja; y con la misma hoja, hizo un mandoble vertical y cortó en dos la piedra, sin ningún tipo de esfuerzo. La roca cedió ante el filo del arma, sin oponer resistencia. La lanza volvía a estar de nuevo con su dueño.

Salió al exterior y, de nuevo, cogió una bocanada de aire. Se sentía bien de volver al lugar donde nació, donde conoció a tantas personas y no estaba tan solitario como estos últimos tiempos. Sin embargo, no hubiera dejado sus tareas y misiones si no fuera porque en su interior, sintió una llamada, algo que pedía su presencia.

Algo lo estaba llamando, y aunque las primeras veces lo ignoró pensando que sólo serían imaginaciones suyas, luego supo que no era así, que algo de verdad lo estaba llamando. Una llamada de las Sombras. ¿Un regreso, tal vez? ¿Un regreso de las Sombras?
No podía saberlo a tanta distancia. Tenía que ir.

Tras estar meditando un poco, subió a la nave y puso el piloto automático. Volvería al hangar de los yautjas, aunque eso sí, se harán preguntas sobre su ausencia. ¿Y si deciden perseguirle? ¿Y si lo tildan de traidor? ¿Y si vienen a este lugar para exterminar toda clase de vida? Durante un momento, pensó en destruir la nave y no dejar ningún rastro para que no le pudieran localizar. Pero sabía que eso era inútil.

Si querían encontrarle, le encontrarían; y si querían cazarle, sabía que tendría muy pocas probabilidades de conseguir escapar. Era mejor devolver la nave en buen estado que intentar ocultar las cosas. Quizás lo comprendan, o quizás no. No tenía otra opción.

La nave despegó lentamente, hasta conseguir una buena altura, donde activó los propulsores principales y se perdió en la distancia, dejando de nuevo, otro rastro de calor. Al menos, tardaría unos cuantos días en regresar.
Con una armadura de placas hechas de un material que no existía en aquel lugar (ni siquiera en aquel planeta), una lanza doble y unas pocas provisiones en una mochila que siempre tuvo guardada, se dispuso a caminar, a bajar de la montaña, cómo hacía antaño, y explorar de nuevo el fantástico lugar que era Sosaria.

Se preguntó si seguirían estando las personas que él conocía, si habían cambiado, si seguían vivos o no, si todavía existían batallas por el trono o si las fuerzas del mal seguían amenazando aquel pacífico lugar. Sin duda alguna, la primera ciudad que quería ver era Trinsic, la hermosa Trinsic, que tanto añoraba y tenía en sus recuerdos. Pero no sería el único lugar que visitaría.

Miró entonces su mano, donde tenía agarrada una de las cuchillas de muñeca. Era hora de recuperar la otra cuchilla que dejó aquí.

- He regresado - dijo para sí mismo, mirando al horizonte, donde ahora su rostro estaba marcado por algunas cicatrices, producidas por innumerables batallas contra seres y criaturas salidas de las peores pesadillas que un humano pudiera pensar.

Dicho esto, se puso a caminar.






EL DESTINO DEL CAZADOR

El viento helado me pegaba de lleno en la cara. Con una mano, colocaba la capucha de forma que me diera algo de protección contra el frío. Seguía andando por la nieve, en dirección al lugar señalado. En aquella zona de la isla no había ninguna casa ni edificio por los alrededores. Parece ser que han estudiado muy bien el terreno para que aquí fuera el lugar de la citación.

Seguía caminando, protegiéndome todo lo que podía del frío. Hasta que al final llegué a una zona despejada y llana. Me quité la capucha y dejé que el viento ahora me golpeara sin oposición en mi rostro. Ya no me importaba pasar frío porque quería ver con mis propios ojos lo que sentía dentro de mí. No parecía haber nada en aquel lugar, no había nada. Ni animales ni plantas. Nada. ¿Nada? ¿Estaba seguro de eso? No. Sabía que allí había algo. Mi instinto me lo decía.

Y sin previo aviso, allí apareció, como si siempre hubiera estado en aquel lugar. La nave de batalla estaba oculta gracias al sistema de camuflaje. A simple vista, cualquiera que hubiera pasado por allí, no se habría percatado de tal magnífica nave. Era enorme, casi tan larga como un Castillo de Clanes. Y en su interior, cabía perfectamente un ejército entero. La compuerta se abrió y dos guerreros salieron y se pusieron a los lados de una rampa que había aparecido. Llevaban una capa y sostenían con una de sus manos una lanza, cada una distinta. Una lanza como la que tengo yo de mi viejo amigo. Y en la poca armadura que llevaban, tenían varias marcas, probablemente para saber de qué regimiento o tribu son. O tal vez sean condecoraciones militares, quien sabe. No llevaban la máscara como la llevaba mi viejo amigo. Tenían el rostro a descubierto, con su largo pelo que se movía con el viento.
Aunque no dijeron ninguna palabra, la expresión de sus ojos ya me lo decía todo. “Es hora de irnos”. Es lo más seguro que me hubieran dicho.

Me di la vuelta para echar un último vistazo a estas tierras. Tan sólo podía ver nieve, nieve y más nieve. Pero mi mente fue más allá. Crucé el mar hasta llegar al continente. Pude ver las grandes minas de Minoc y su campamento. Vislumbré los largos puentes de Vesper. El gran muro que protege a la ciudad de Cove. La bulliciosa capital Britain. La siempre y magnífica Trinsic. Los grandes bosques de Yew. Los desiertos de Nujel’m y su excelente comida. La poderosa y problemática Magincia. La tranquila y mágica ciudad de Moonglow. La enorme isla de Skara Brae con su estadio de justas. La organizada y preparada para la guerra Serpent’s Hold. Los grandes barcos de Buccaner’s Deen. La oscura y peligrosa isla de Ocllo. Las tres islas de Jhelom, siempre protegidas por su Ejército. La boscosa y pacífica Papua. La fuerte ciudad de Delucia, motivo actual de debates y discusiones. La famosa Isla de Avatar, donde en su templo se esconden criaturas feroces. Los pantanos al Sur del continente. La explanada al Norte de Minoc. La siempre y misteriosa Tierra Perdida.
Y hay tantos lugares que todavía no he visto…

En mi mente pasaban ahora las imágenes de mi pasado. Mi llegada a Haven, la ciudad fronteriza. Mis primeros entrenamientos allí. Ni siquiera me acerqué a la dungeon porque no estaba preparado para enfrentarme a tales criaturas. La primera ciudad que vi nada más salir de Haven, Magincia. Allí me recogieron y me llevaron a la famosa Mansión de BdK.
Entrenaba día tras día y también conocí a muchas personas: Khoredron, Churu, Rasel, Mishra, Eddie, CnC, Edea, Glacius, Sir Josefer… Me convertí en una sombra como ellos. Mi primera expedición con ellos fue cuando vi por primera vez a un Nigromante. Los distintos cementerios que iba viendo poco a poco. La primera vez que vi a un asesino en un lugar seguro (la sala de ayuda) y me ofreció dinero sin nada a cambio. Una lástima que ya no recuerde su nombre.

Mis incursiones por el puente con mi “deslumbrante” armadura de huesos que tanto me había costado conseguir de matar esqueletos. El gran Torneo de Justas de Skara Brae, donde mi compañero de al lado gritaba desde las gradas “¡Queremos a un drow como Conde!” La ayuda que me prestó MadMaxrr en consejos de cómo matar tal monstruo y dándome el equipo adecuado para salir vivo.
El inconfundible Chezco hablando en su propio idioma, el cual practicaba en mis ratos libres.

Recuerdo que en unos de mis viajes a Trinsic, pude ver a un gran número de guerreros, todos con grandes armaduras y con capa azul ondeando al viento. Se pusieron en fila y se adelantó uno de ellos (o una, ya no lo recuerdo con claridad) quien parecía ser la persona que estaba al mando. Dio un par de órdenes y en cuestión de segundos abrieron un portal hacia la ciudad de Serpent’s Hold, que no estaba bajo la guardia del Rey. Decidido a investigar lo que sucedía, pregunté a aquellos caballeros si podía unirme a ellos. Y, con mucha amabilidad, me invitaron a unirme. No sólo eso sino que me protegieron de un asesino, cuando me separé un poco del grupo. Parecía que yo era el mejor blanco y decidió atacarme, pero creo que no esperaba que el Ejército de Jhelom me protegiera. Más tarde, fue cuando las tropas de Serpent’s Hold, las peligrosas Asesinas Oscuras, invadieron Trinsic. Y con mucho esfuerzo y valor, se pudo liberar la ciudad del Mal que la había invadido. Más tarde, Serpent’s cayó bajo el Orden y la guardia fue puesta en la ciudad. Que tiempos…

La famosa regata que hubo por toda Sosaria. Muchos barcos se podían ver allí, desde piratas hasta marines, todos ellos dispuestos a ser los primeros en llegar al punto señalado.
El espléndido campeonato de Bagball, mancillado por la afición que iba a ver los partidos. Una lástima. Aunque sí que recuerdo que fue bastante equilibrado porque se jugó todo en el último partido si mal no recuerdo.
Esas locas criaturas Ridgeback o como se llamen. Se tiró una encima mía y me hubiera matado si no fuera porque uno de los domadores, que extrañamente era un orco, pudo contener a la criatura.
Los muchos Dioses que conocí cuando estuve en BdK, de los cuales destaco a Taels y Torden, pero no fueron los únicos. También el siempre orgulloso y confiado, pero a la vez peligroso, vampiro Tzmisce.

El castillo de mi amiga Tiluca, muy bien decorado y el cual quedé fascinado cuando me lo mostró. En su recuerdo, compré un oclock de color rojo oscuro y lo bauticé con su nombre.
Cuando conocí a la famosa Dama Astyld, Capitana del Ejército de Jhelom. Ya la había visto en anterioridad con el resto del Ejército de Jhelom en algunas ocasiones defendiendo a las ciudades de los numerosos enemigos que hay en Sosaria.

Mi triste y dura marcha de las filas de BdK al tener ideologías distintas. No olvidaré nunca aquella noche lluviosa en la Mansión, cuando recogí mis cosas y me subí a mi oclock rojo oscuro. Me disponía a marcharme cuando de la Mansión salió Churu y me ofreció un regalo. La verdad fue algo bastante extraño porque el tiempo que estuve como una sombra, Churu y yo no habíamos hablado mucho. Me entregó una armadura de dragón verde, con escudo y todo para que la usara como quisiera. Nunca antes había tenido una armadura de tal calidad, por lo que me sentí muy agradecido del regalo. Y lo que son las cosas, desde aquel día, Churu y yo hablábamos mucho más que cuando estaba dentro del clan.
Mis viajes a muchos lugares extraños de Sosaria, cada cual más sorprendente que el anterior. Y sé que todavía no los he visto todos y me gustaría verlos, pero…

La promesa que hice de proteger las minas de Minoc, cuando se hizo un pasadizo que conectaba con la doce de primus, custodiada por un Dragón Sombrío. Creo que fue en aquel momento cuando conocí a Kemmler, que por aquellos tiempos era el Consejero del Conde Madanshar, que en paz descanse.

Mi alistamiento entre las filas del Ejército de Jhelom, donde también conocí mejor a muchas personas. Ya conocía al Capitán MadMaxrr y también a la Capitana Astyld con anterioridad. Sentía curiosidad por saber cómo era el “interior” del Ejército de Jhelom, pues en mi mente todavía estaba grabado el recuerdo de aquella vez en Trinsic. Conocí a Connor, Fleurrety, Araugnir, Kabuky, Rayst, Jesucristo García… y a muchas más personas que ahora no recuerdo sus nombres. Por desgracia, mi estancia fue corta, más corta de lo que esperaba.

Y después sólo recuerdo que seguí viajando y viajando. Prestando mi ayuda cuando hiciera falta como cuando demonios Hephasto aparecieron por las montañas. Habían unas rocas que nos impedían pasar y se recurrió a la pólvora para despejar el camino. Pero no se midió bien la intensidad de la explosión y provocó un alud de piedras y tierra. La verdad es que cuando lo recuerdo, me echo a reír de cómo se llegó a esa situación, aunque en aquel momento estaba muerto de miedo.
Recuerdo que conocí a dos personas más durante aquel tiempo. La poeta Isara Yar, que plagaba de felicidad a todo aquel que pasara por su lado con su sonrisa y su voz. La ocupada Krix, que en más de una vez la acompañé en busca de cofres de tesoros. Todavía conservo el sombrero que le compré cuando inauguró su vendedor. Decía que nunca vendía ropa y me fijé en un sombrero color naranja claro que me gustó bastante. La conocí debido a varios negocios que teníamos. Ella buscaba unos ticket’s raros para canjearlos por cubos de tinte de colores. Le encanta decorar y pintar. Y yo como necesitaba algo de dinero en aquellos tiempos, pues le vendía los pocos ticket’s que podía reunir. Aunque a veces le regalaba alguno. Sí, le decía “te vendo cinco” y le daba seis. Y ella cuando se daba cuenta, me lo decía claro, pero le contestaba “Es que ese viene de regalo” mientras le guiñaba el ojo.
También recuerdo a la coleccionista de monturas Kraussen. No hemos coincidido mucho por Sosaria, aunque casi siempre manteníamos contacto por carta. Le encantaba coleccionar todo tipo de monturas, sobretodo las más raras y singulares.

Y más tarde, sentí que mi instinto me guiaba más allá de las tierras de Sosaria. Sentí que tenía asuntos que resolver en alguna parte, fuera de este lugar. No podía hacer otra cosa que marcharme. Dejé mis cosas a mis amigos y compañeros de BdK. Yo no necesitaba ir cargado con todo. Tan sólo me hacía falta lo indispensable. Aunque quería llevarme conmigo a mi leal oclock, decidí no hacerlo porque el camino sería largo y peligroso. Así que lo liberé en un bosque para que se sintiera bien. Aunque no quería separarse de mí, le agradó la idea de volver a ser libre. Nunca más lo he vuelto a ver, pero siempre recordaré su nombre, que a la vez recuerda el de una vieja amiga.
Marché hacia mi destino. Descubrí grandes reinos muy distintos a este. Había visto muchas criaturas y monstruos de todo tipo. Grandes ciudades, a veces gobernadas por personas muy codiciosas y ambiciosas. Conocí, también, a muchas personas. Pero no sólo humanos, sino también elfos, enanos, incluso a un drow que se había exiliado de su ciudad natal, el cual había encontrado su verdadero hogar en un clan de enanos. Pero siempre estaba acompañado de sus amigos: un bárbaro, una chica humana y un halfing, también conocido como hobbit.

Pero no sólo eso, sino que también conocí a otras personas que me ayudaron mucho en mi camino. Aunque bueno, alguna de esas personas no eran “humanas” exactamente. Uno de ellos cambiaba de forma bastante a menudo: desde un ser de más de dos metros de altura hasta en una especie de gigantesca roca de cristal. Otro siempre mantenía su forma y color rojo. Aunque tenía un aspecto feroz, era todo lo contrario. Muy tranquilo y apacible. Eso sí, cuando mostraba su furia parecía el Fin del Mundo. Otro era como mi mentor, siempre tenía consejos y lecciones que darme, que me sirvieron de mucho en mi peligroso camino por esos mundos desconocidos. A otro le encantaban cualquier criatura que encontrara. Simplemente, le fascinaban. Y me contaba muchas cosas sobre ellas. Otro era casi invisible, como si fuera una sombra. Y muchas veces me gastaba bromas aprovechando que no podía verle. Y otro poseía unas enormes alas, que daban una sensación de respeto y sabiduría.

Pasaron los años y yo seguía mi camino, pero no encontraba lo que buscaba. Y, de nuevo, volví a las tierras de Sosaria, donde mis viejos amigos me pusieron al día de todo. Me hablaron un poco sobre la Triada del Equilibrio, sobre las invasiones de acólitos y lo tres cristales de poder, de invasiones de Ophidian o de No Muertos liderados por Loscalm el Rojo. Había tantas cosas que no había visto… pero no era tarde, podía recuperar ese tiempo perdido. Pero todo cambió hace dos días, cuando fui citado a este lugar.


Un ruido procedente de uno de los guardias que escoltaban la rampa me sacó de mis pensamientos. Se estaba haciendo tarde. Con una reverencia le pedí disculpas por mi tardanza. Miré una última vez atrás mientras sacaba mi lanza y la apoyaba en el suelo. Lo más seguro es que me haya olvidado de algunas cosas y pido disculpas por ello. De entre mis labios, salió la palabra “adiós”. Y después, subí a la nave. Detrás de mí, subieron los dos guardias y la rampa se cerró. La nave hizo un fuerte sonido y empezó a elevarse en el aire. Aceleró poco a poco y por una de las ventanas podía ver cómo dejábamos atrás la Isla de Hielo. La nave activó el sistema de camuflaje para que no la vieran. Pero yo seguía viendo Sosaria, veía las muchas luces que ahora se habían encendido con la puesta del Sol. Las muchas ciudades y regiones que he visto y las otras muchas que no he conocido.

La preocupación principal de un héroe, y su mayor temor, es que nunca sea recordado cuando muera. Que su nombre sea olvidado, pese a las innumerables hazañas que haya conseguido. Yo no he hecho nada espectacular ni he sido un héroe ni nada por el estilo. No he hecho ninguna gran hazaña ni tampoco alguna proeza digna de estar en los libros. Pero en mi interior sé que nunca seré olvidado. Porque sé que las personas que me han conocido no se olvidarán de mí, al igual que yo de ellas tampoco. Y por eso me marcho orgulloso y menos triste.
La nave ahora se elevaba hacia el espacio exterior. Sobrevolábamos las nubes mientras nos acercábamos a la atmósfera.
En ese momento, me di cuenta de una cosa. ¿Había dicho “adiós”? Sí, lo había dicho. Qué gran fallo por mi parte.

Hace ya muchos años, antes de que entrara en Haven, estaba en una posada, esperando a poder entrar en Sosaria. En aquel entonces, había un control de gente de quien salía y entraba para no saturar de población el reino. Y a mi me tocaba esperar mi turno. Durante aquel tiempo, conocí también a varias personas, entre ellas a un guerrero moreno, de pelo largo y ojos oscuros. Llevaba dos hachas puestas en el cinturón de su pantalón. Resulta que había salido de Sosaria y se dirigía a su tierra natal, Eternia. Gracias a él, supe de algunas cosas de interés sobre el reino. Cuando se iba a ir para continuar su camino, yo le dije “adiós” y entonces él me sonrió y me dijo “No. No digas adiós.” Yo me quedé algo extrañado por lo que me dijo y después prosiguió. “En Eternia, hay un viejo dicho que dice: Disfruta de tu viaje porque cada destino no es más que una puerta hacia otro. Buen destino.” Y me sonrió mientras me daba la mano. Como si sus palabras hicieran que la despedida fuera menos dolorosa, le contesté de igual forma: “Buen destino.”
Así que antes de que dejara de ver el reino de Sosaria por la ventana, dije “Buen destino”, que iba dirigido a todas las personas que he conocido y que tanto tiempo hemos compartido.

Una persiana se iba deslizando hacia abajo, tapando la ventana. La nave se estaba preparando para un salto en el hiperespacio. Los propulsores hiperespaciales de la nave podrían hacer que viajásemos incluso más rápido que la velocidad de la luz. Así tardaríamos menos en llegar a nuestro destino. A mi destino. Una puerta se abrió a mis espaldas y de ella entró un viejo amigo, al cual hacía décadas que no veía. Me quedé sorprendido de que estuviera allí. No me lo esperaba. Se acercó a mí, me saludó y luego me hizo una señal de entrar dentro de la sala donde había salido. Probablemente, el capitán de la nave estaría ahí.
Y cuando crucé esa puerta, ya no había vuelta atrás. Ahora he de enfrentarme a mi destino. Quien sabe si en un futuro mi destino me vuelve a traer al reino de Sosaria donde una vez viví grandes aventuras con grandes amigos y amigas. El tiempo dirá.

Buen destino, amigos/as míos.

Predator Hunter.
El mensaje.

Nada iba bien para los demonios del Abismo. El portal que se suponía que tenía que estar abierto entre el plano material y el plano del Abismo no se había producido. De todas formas, los demonios tenían paciencia. Los cristales estaban ya creados y eso era lo importante. Kelyarak hablaba con Déstarus sobre el paradero de los cristales, si podía detectarlos para avisar cualquier súbdito que tuviera Kelyarak en el plano material y abrir el portal.
Déstarus no pudo conseguir nada. Los cristales redujeron su poder mágico al mínimo y no se podían detectar mediante la magia. Tendrían que ir buscando por todas las zonas de Sosaria para encontrarlos. Pero necesitarían ayuda.

Kelyarak conocía muy bien a los humanos. Había tratado con ellos, incluso tiene a cargo varios espías humanos muy buenos. Pero necesitaba más humanos a su cargo. Estuvo pensando en la manera de poner a los humanos de su lado. Conociendo la ambición que tienen por el poder y los corruptos que pueden llegar a ser, estaba claro que la mejor manera de que se unieran a su causa es prometiéndoles la vida eterna y un poder absoluto. Lanzó ese rumor entre sus contactos y en poco tiempo, la mayoría del pueblo sosariano sabía de la existencia de los cristales y de la recompensa de aquel que ayude a los demonios. Incluso el rumor llegó al Concilio, que desmentía tal recompensa por parte de estos seres. Sin embargo, las personas sabían que el Concilio no daba nada a cambio de encontrar los cristales. Tan sólo las gracias y felicitaciones. Y eso no es suficiente para muchos.



El peligro de la magia

Un día más en la Academia de Magia en la isla de Moonglow. Un hechizo nuevo, que es totalmente inútil. ¿A quién le interesa aprender todas estas tonterías? Eso mismo pensaba el aprendiz de magia Nejesterg mientras daba una nueva lección de magia básica. Los hechizos de esta clase son de muy bajo nivel: hacer una flecha mágica, crear comida, producir debilidad al contrario, etc. Hechizos que Nejesterg ya dominaba y que no necesitaba aprender.
- Nejesterg, dime ¿cuales son los ingredientes para realizar una flecha mágica?
- ¿Y para qué quiero saber eso profesor?
- Pues lo tienes que saber para usar los ingredientes correctos para conjurar el hechizo. ¿No sabes hacer una flecha mágica?
- ¡Claro que sé.Y no sólo una flecha mágica, sino también una bola de fuego¡

Dicho esto, Nejesterg cogió los reagentes necesarios para el hechizo bola de fuego, un hechizo que todavía no se había enseñado a los alumnos y que, a su nivel, es difícil de controlar. Tras conjurar las palabras mágicas, una bola de fuego apareció en la mano del aprendiz de magia. Pero de repente, se le escapó el control de la bola y salió despedida hacia un lado de la clase. Por suerte, los aprendices estuvieron atentos y se tiraron al suelo antes de que la bola de fuego les impactara de lleno.
El profesor Creston estaba muy enfadado con Nejesterg por usar un hechizo que no sabe manejar, que no está autorizado a hacer y por poner en peligro la vida de sus compañeros.
- Pero lo que yo acabo de hacer es magia útil. Lo que aquí aprendemos no sirve para nada. – contestó Nejesterg ante la mirada de su profesor.
- Claro, por eso no has podido dominar el hechizo. Te sigue faltando mucha concentración jovencito y aun te queda un largo camino para ser un verdadero mago. Y, la verdad, no creo que llegues a ser un buen mago si sigues con esa actitud.
Nejesterg tuvo que callarse mientras que Creston continuaba con la clase.

Con el paso del tiempo, Nejesterg seguía sin atender a ninguna de las clases que, según él, no era de utilidad, sin desconocer que el aprendizaje de la magia no es sólo decir cuatro palabras bien dichas y usar unos ingredientes específicos. La concentración y la meditación son algo fundamentales para esta labor. Por eso, cuando el profesor Creston, que impartía ya a sus alumnos hechizos algo más poderosos, le pidió a Nejesterg que le hiciera una lanza de hielo; no pudo hacerlo. El aprendiz formulaba bien el hechizo y usaba los ingredientes necesarios, pero cuando se estaba formando la lanza, no llegaba a solidificarse y caía al suelo en forma de agua. Las risas en la clase fueron numerosas. Hasta el profesor Creston se rió un poco ante la actuación del joven mago.
- Te lo he dicho muchas veces Nejesterg. Atiende en clase. Todas estas cosas que dices que son inútiles sirven para solucionar la falta de concentración que tienes.
Nejesterg sentía vergüenza, pero más que eso, sentía rabia ante las burlas de sus compañeros de clase.

Después de aquel día, el joven mago salía por las noches, a campo abierto para practicar sus hechizos. Seguía pensando que los hechizos que impartía el profesor Creston eran totalmente inútiles. Consiguió robar un libro de magia en la biblioteca, en la sección que ellos tienen prohibida. Los hechizos y encantamientos de esos libros son para magos de un alto nivel, no para aprendices. Pero Nejesterg quería aprender magia de verdad. Al principio, no conseguía que ningún hechizo funcionase. Sentía como no tenía el poder mágico suficiente para tal hechizo y casi se quedaba sin fuerzas. Pero recordaba las risas de sus compañeros de clase, de las burlas que le hacían por los pasillos de la Academia. No, él no podía permitir eso. Era el poderoso Nejesterg, un aprendiz que estaba destinado a ser el mago más poderoso de todo el Universo. Él no podía dejar de intentarlo.

Lo siguió intentando todas las noches. Pasaron semanas, incluso meses. Pero al final, pudo controlar aquellos hechizos tan complicados. Al final, pudo saber dominar el arte del encantamiento y del hipnotismo. La magia del dolor y el sufrimiento estaban bajo su control. Este aprendizaje que hizo Nejesterg por su cuenta se veía también en las clases. Cualquier hechizo que le pedía el profesor, era controlado con gran facilidad por el joven aprendiz. El profesor Creston se sentía bien al ver que, al fin, Nejesterg sentaba la cabeza y aprendía como todos los demás. Pero nada más lejos de la realidad. Nejesterg quería saber más hechizos poderosos. Fue robando más libros de la biblioteca, fue probando más hechizos, su poder mágico aumentaba por momentos. Pero no todo eran cosas buenas. El cuerpo de Nejesterg tomaba mal este cambio tan brusco de magia. Se debe de ir aprendiendo poco a poco para ir acostumbrándose a estos cambios, pero Nejesterg se saltó varios pasos. Su rostro era cada vez más pálido y si antes apenas hablaba con sus compañeros, ahora mucho menos. Incluso hubo un pequeño altercado cuando un aprendiz se rió de su aspecto. Nejesterg no le gustó que se rieran de él y le mandó una descarga psíquica. El alumno se puso bastante grave, pero se pudo recuperar. A Nejesterg se le abrió un expediente y se le advirtió que a la más mínima, se le expulsaba de la Academia. Pero a él poco le importaba ya. Había aprendido todo lo que necesitaba. Incluso se había hecho más poderoso que sus propios profesores. Había aprendido magia, no cabía duda, pero no de la forma correcta.

Una noche, Nejesterg necesitaba probar sus conjuros de hipnosis y de dolor con algún sujeto. Los había probado en animales, pero necesitaba que fuera un humano. Quería saber hasta cuánto había aumentado su poder y si podía controlar la mente humana.
Eligió a un compañero suyo de clase, uno que no paraba de reírse de él a sus espaldas. Tendría su merecido y su castigo por burlarse del mago más poderoso del mundo. Con gran facilidad, consiguió hipnotizar al joven aprendiz. Lo sentó en una silla y lo ató con unas cuerdas. Ahora iba a probar un hechizo de dolor. Estos tipos de hechizos producen dolores interiores por el cuerpo. Sirven para interrogatorios, pero hay que tener cuidado con ellos. Estos dolores podrían provocar heridas internas y causar la muerte. El muchacho salió de la hipnosis y se quedó extrañado y confuso al no saber bien dónde se encontraba.
- ¿Estás cómodo?
- ¿Nejesterg? ¿Eres tú? ¿Qué haces aquí? Vamos, desátame, tengo que ir a clase de astronomía.
- Me temo que no llegarás a esa clase a tiempo.
Tras decir esto, Nejesterg conjuró las palabras del hechizo y su compañero de clase sintió como una sacudida eléctrica por todo su cuerpo.
- ¡¿Qué haces?! ¿Te has vuelto loco?
- No, no me he vuelto loco. Sólo quiero probar si soy capaz de controlar este hechizo en humanos. Y, además, así aprenderás a no reírte más de mí.
Una nueva sacudida recorrió el cuerpo del aprendiz de magia, pero con mayor intensidad. Nejesterg fue subiendo poco a poco la intensidad del dolor. La víctima no paraba de gritar de dolor, que cada vez se hacía más insoportable.
- ¡Para, por favor! No me mates, haré lo que quieras, te daré lo que quieras, pero no me hagas más daño. – imploraba el joven mago.
Pero Nejesterg no tenía ninguna intención de parar. Disfrutaba viendo sufrir a otra persona, le gustaba los gritos de dolor que daba su víctima. Sin darse cuenta, el hechizo se le escapó de las manos. La sacudida fue tan fuerte que empezó a soltar sangre por la boca. Sus ojos se pusieron en blanco mientras su cuerpo no paraba de moverse. Nejesterg mostraba una amplia sonrisa al ver la muerte tan de cerca. En ese momento, el profesor Creston irrumpía en la habitación. Pasaba por allí cuando escuchó los gritos del aprendiz que ahora estaba muerto en la silla. Creston veía horrorizado como Nejesterg sonreía ante la muerte de uno de sus compañeros. No podía creerlo. Había matado a otra persona y no se sentía culpable por lo que había hecho.

Nejesterg se disponía a atacar a su profesor, pero este fue más rápido y tiró al suelo al joven mago con un solo movimiento de mano. Luego, lo inmovilizó y fue a llamar a un curandero. La tragedia llegó a oídos de todo el mundo. Los familiares del fallecido pedían justicia y el director de la Academia no podía hacer otra cosa que expulsar a Nejesterg y llevarlo ante un tribunal. Esto nunca ocurrió porque el joven mago pudo escapar con facilidad de la celda donde se encontraba preso. Tan sólo tuvo que usar un hechizo de ocultación cuando el guardia abría la celda para dejarle la comida.
Ahora Nejesterg se encontraba en mitad de las calles, sin saber adonde ir ni qué hacer. Necesitaba reagentes para seguir con su aprendizaje, pero costaban mucho dinero y él no tenía nada de nada. Los días pasaban y el aprendiz estaba más hambriento a cada día que pasaba. Este era su fin…



La creación de la Secta.

En otro lugar, a través de un charco que se había formado en el suelo, Kelyarak contemplaba al mago Nejesterg. Lo había estado observando desde hacía mucho tiempo y sabía que era el perfecto líder para reunir a un gran número de personas para encontrar los cristales. Había conseguido un gran poder en muy poco tiempo y todavía quería aprender más. La ambición se notaba en su rostro. No había otro como él.

Nejesterg sintió como alguien le llamaba. Se puso de pie con las pocas fuerzas que le quedaban y empezó a caminar. Salió de la ciudad y fue hasta el extremo Oeste de la isla. Aunque no era consciente de lo que pasaba, él seguía caminando. Algo le decía que tenía que seguir caminando. Llegó hasta un lugar donde un hombre esperaba de pie, al lado de un brasero.
- Te estábamos esperando joven Nejesterg. – dijo el hombre extraño. Estaba envuelto en una túnica con capucha, con bordes azul y blanco.
Nejesterg todavía no sabía muy bien lo que pasaba. Para que se recuperara, el extraño le dio un poco de agua y algo de comida. Apenas tardó unos segundos en comérselo todo. Con el estómago más lleno, Nejesterg recuperaba el sentido. No sabía muy bien donde estaba ni qué hacía allí, sólo que algo o alguien le llamaba.
- No hagamos esperar más a nuestro señor. – contestó el extraño.
Conjuró un hechizo y lanzó una especie de polvo al brasero. Las llamas se avivaron hasta alcanzar cinco metros de altura y luego, bajaron un poco. Y entre el fuego se distinguía la cabeza de un demonio.
- Hola Nejesterg, veo que ya estás recuperado.
El joven mago, que nunca antes había visto a un balrog del Abismo, se quedó bastante asustado. Había leído poco sobre estas criaturas, pero sabía que eran muy peligrosas.
- No te preocupes. No te haré daño. Verás, necesito tu ayuda para una importante misión. ¿Has oído hablar de los cristales Malum Luminos?
Nejesterg se quedó mudo. Todavía estaba sorprendido de la presencia de este ser.
- Contesta humano. – dijo Kelyarak con más fuerza.
- Contesta a nuestro señor si no quieres morir. – le dijo luego el extraño.
Nejesterg tragó saliva y al final contestó.
- Sí, he oído hablar de ellos.
¿Y quién no lo ha oído? Ocasionaron muchas revueltas, discusiones en el Concilio de Magos. Sobretodo se hablaba de la recompensa que dan si alguien los encuentra: el poder absoluto.
- Pues bien, entonces sabrás cual es la recompensa de quien los encuentre ¿no? – continuó el demonio.
- Por supuesto. – contestó Nejesterg con más seguridad.
- Bien, pues verás, necesitamos esos cristales. Y yo sé que a ti te gusta mucho tener el poder.
La cara del demonio parecía que se acercaba más al contemplarse perfectamente el rostro de la criatura.
- Tráeme esos cristales Nejesterg. Tráemelos y te convertiré en el mago más poderoso de todos los tiempos. – dijo luego Kelyarak.
Nejesterg se quedó pensativo y tuvo la osadía de preguntar:
- ¿Y para qué quieres esos cristales? ¿Qué piensas hacer con ellos?
En ese momento, el extraño se dirigía a él para darle un escarmiento ante tal muestra de falta de respeto a su amo y señor. Pero el demonio le hizo una señal y no hizo nada. Después, dijo el balrog:
- Bien, a ti no te puedo engañar. Esos cristales tienen el poder de crear un portal, un portal entre el plano material y el plano del Abismo, donde me encuentro yo. Tenemos un ejército preparado. Un ejército de demonios que está listo para invadir el plano material. Queremos arrasarlo todo y convertirlo en un mundo de cenizas, un mundo donde el fuerte esté por encima del débil, donde las demás razas sufrirán hasta la eternidad. Y yo te ofrezco un cargo alto en este mundo que queremos crear. ¿Qué me dices Nejesterg?
Se lo pensó durante unos segundos. Su sueño se haría realidad, aunque no necesitaba a un demonio para conseguirlo, pero con su ayuda estaba claro que lo conseguiría de forma más rápida.
- Acepto tu puesto. – contestó Nejesterg.
- Bien, muy bien. Ahora, te explicaré lo que debes hacer. Durante un tiempo, el sacerdote Khorbius que es quien te ha dado de comer y de beber, te ayudará en tu aprendizaje de la magia. He visto que has hecho grandes progresos y sé que con su ayuda, te convertirás en un mago que muchos temerán. Mientras, yo seguiré atrayendo a más gente que quiera unirse a nuestra causa. Te daré nuevas instrucciones cuando completes tu entrenamiento. Hasta dentro de unos años, Nejesterg.
Y de esta forma, las llamas se apagaron y todo quedó en calma como antes.
- Ven, yo te diré dónde debes comer y dormir. Y te advierto que yo no soy un mago blandengue como los que te daban en la Academia de Magia.
El joven aprendiz asintió con la cabeza y siguió a su nuevo maestro y mentor Khorbius.

Los años pasaban y Nejesterg mejoraba día a día. Tenía una gran capacidad para aprender nuevos hechizos y controlarlos en muy poco tiempo. Y con la ayuda de Khorbius, conseguía un estado de concentración y meditación muy altos. Ahora, Nejesterg se había convertido en un mago muy poderoso. Su especialidad eran los hechizos de rayo. Incluso creó algunos hechizos propios, modificados a partir de unos de más bajo nivel. Un día, Khorbius decidió poner a prueba a Nejesterg, así que le mandó una misión muy importante. Tenía que obtener el libro que Déstarus le regaló a Hertros y los huecos de cada uno de los cristales. En ese libro, explicaba el hechizo de cómo abrir el portal con los cristales Malum Luminos. Pero aparte, tenía hechizos que podría usar Nejesterg para mejorar su aprendizaje. El libro y los huecos estaban custodiados en una de las mazmorras de Yew, a salvo de cualquier peligro. Nejesterg fue al lugar y con un hechizo de invisibilidad pasó por delante de los guardias del exterior. Ya dentro, no podía usar este hechizo, puesto que estaba seguro que el Concilio de Magos habría puesto alguna trampa para el que usara este hechizo. Pero ya no le hacía falta. Con gran rapidez, llegó a la mazmorra donde se encontraba el libro y los huecos. Gracias a sus poderes hipnóticos, los guardias se quedaron como dormidos. Aunque estaban de pie y con los ojos abiertos, su mente estaba bajo un profundo sueño. Nejesterg abrió la puerta y cogió los huecos y el libro. Después, cerró la puerta y sacó a los guardias de su hechizo hipnotizador. Los guardias no se percataron de nada como si nada hubiera pasado. Y allí siguen, custodiando una mazmorra que está vacía, puesto que nadie ha abierto ese lugar desde hace años. O eso es lo que piensan.
Nejesterg, que tenía ahora el libro de Hertros, se había vuelto en alguien muy poderoso. Ahora con el libro y los huecos, tan sólo le faltaban los cristales.

Volvieron a llamar a Kelyarak, que ya estaba reuniendo a una gran cantidad de gente. Los envió a todos a las regiones de Las Tierras Perdidas, a un lugar lejano, un lugar donde nadie les molestaría. Muchos seguidores fueron a la llamada de Kelyarak. La mayoría eran personas que sentían odio, envidia, rabia o frustración hacia la sociedad. Algunos eran vagabundos, otros soldados que fueron expulsados de sus regimientos, otros mercenarios que buscaban riquezas y la recompensa deseada. Pero había algunos que realmente destacaban por encima de los demás.
Todos se reunieron en una especie de altar, de rodillas y adorando a un brasero, un brasero como el de la anterior vez. Fue Nejesterg quien invocó esta vez a Kelyarak. Su cabeza apareció entre las llamas. Varias personas se asustaron, pero ninguno se movió de su sitio.
- ¡Saludad a nuestro amo y señor Iriel! ¡Iriel, que nos dará la recompensa prometida, que castigará a la sociedad corrompida de hoy, que abatirá a nuestros enemigos, que nos llevará a la victoria y que nos concederá una nueva vida en el nuevo mundo que nosotros crearemos!
¡¡Larga vida a Iriel!! – dijo Nejesterg en voz alta.
“¡Larga vida a Iriel! ¡Larga vida a Iriel!” contestaban los demás súbditos. Iriel era el nombre por el cual se conocía a Kelyarak en el plano material. Fue el nombre que usaba entre sus contactos para que nadie sospechara de su verdadero nombre, por si alguien le reconocía. Aunque tenía muchas dudas sobre esto, ya que muy pocos tienen conocimientos de criaturas de otros planos, y mucho menos los humanos. Sólo los elfos oscuros aprenden el conocimiento de los planos y los nombres de los demonios. Aun así, era mejor no correr riesgos.
Y así fue como la Secta de Iriel fue creada.





La Secta de Iriel


Con el paso del tiempo, la secta reclutaba a más y más gente. Surgida la confrontación entre los dos hijos del Rey, se produjeron varias batallas en la que algunos soldados e, incluso, altos cargos de los dos bandos se unían a la secta en busca de la gloria y el poder. Más tarde, la propia secta ya tenía sus contactos, sus proveedores, sus espías, sus exploradores…
Poco a poco, aumentaba el ejército de los acólitos. Pero necesitaban poderosas armas para poder combatir a sus enemigos. Es por eso que los sacerdotes de la secta obtuvieron poderes para atribuir propiedades mágicas a las armas que los acólitos creaban. Estas armas se tornaban de un color verde claro, capaces de atravesar las mejores armaduras, de provocar una herida mortal a la dura piel de un dragón. Pero la secta tenía que permanecer en las sombras y en el misterio. Tenían que planear todo de forma secreta, sin que nadie sospechara porque sino, todos los planes de Kelyarak y Nejesterg no servirían para nada. Así pues, los miembros de la secta se pusieron túnicas negras para ocultar su identidad. Algunos de los miembros de la secta tenían una doble vida. Por la mañana, podían ser amables vendedores en cualquier tienda de una ciudad o un simple campesino o mensajero o tal vez un soldado de la guardia… pero por la noche, se vestían con sus túnicas negras y una capa gris para que nadie les reconociera. Todos ellos movidos por las ganas de salir de su vida cotidiana, de obtener la vida eterna y de ser alguien importante en este mundo. Promesas que la secta ofrecía y que muchos aceptaban.

Llegó un momento el cual la cantidad de fieles a la secta era enorme. La mayoría querían pertenecer a las filas del ejército y ayudar a su amo Iriel en el objetivo de conquistar Sosaria. Es por eso que Nejesterg necesitaba nombrar a un general, a un hombre cualificado para llevar al ejército a la victoria. Fue así como el General Tahjel obtuvo el mando del ejército acólito. En su tiempo, fue un gran líder de uno de los regimientos de la guardia de Feldor. Pero no estaba bien con el dinero que le daban conforme el esfuerzo que hacía él y su regimiento en el campo de batalla. Feldor se negó a darle más, puesto que sino, el resto de los altos mandos pediría más y más hasta quedarse él sin nada. Tahjel tomó la decisión de abandonar a Feldor, pero sin que él se enterara. Pero no sabía que entre las filas de su regimiento había más de un “topo”, que comunicó la huída de Tahjel rápidamente. Así pues, la noche que Tahjel planeaba escapar, se convirtió en una carnicería. La guardia de Feldor tendió una trampa a su regimiento. Todos murieron, incluídos los “topos” para que todo estuviera en secreto y el resto de regimientos no se enterara de nada. Feldor no podía permitir que nadie le traicionara sin tener el castigo de la muerte. Sino, su ejército no tendría confianza en él y acabarían todos por desertar. Pero Tahjel pudo escapar, pudo sobrevivir a tal masacre. Pasó varios días por los bosques, alimentándose de lo que da la naturaleza, hasta que sintió la llamada de Kelyarak. Y así fue como se unió a la secta. Nejesterg tenía mucha confianza en él, puesto que el balrog le había contado el pasado de Tahjel y sabía que sería un excelente general.
Nada más ser nombrado, Tahjel decidió crear varios grupos de acólitos que recibirían un entrenamiento intensivo. Los acólitos que pertenecían a estos grupos tenían que ser expertos en el arte de la guerra, tener experiencia en el campo de batalla, haber combatido con anterioridad. Estos grupos fueron conocidos como acólitos de elite, ya que claramente eran superiores a los demás. Se distinguían de los otros por llevar una capa de color rojo y su maestría en el dominio de las armas no tenía igual. Pero Tahjel no podía controlarlo todo él. Necesitaba nombrar a varios comandantes que se encargaran de estos grupos. Casualmente, el general se había percatado de la habilidad de un grupo de acólitos de elite que eran muy superiores a la media de sus compañeros. Este grupo pertenecía al decimosexto batallón de la Guardia Real del Rey Arnold. El batallón había logrado grandes victorias y se les dio una misión muy importante, pero a la vez, arriesgada. Tenían que romper las filas enemigas del flanco izquierdo de un regimiento de las fuerzas de Feldor y así entretenerlos mientras otro batallón avanzaba de frente. La misión salió mal. Las fuerzas de Feldor eran muy superiores y el batallón fue exterminado casi por completo. Sólo unos pocos consiguieron sobrevivir. Cuando regresaron a sus hogares, lo único que les esperaba era una tremenda decepción. Las familias de sus compañeros de batallón, que dieron su vida por el Rey, no recibieron indemnización alguna ni tampoco recibieron ninguna condecoración por haber arriesgado su vida. Ni siquiera se les hizo un entierro como dios manda. Es por eso que los compañeros que sobrevivieron se rebelaron contra las fuerzas del Rey Arnold por tal injusticia. Y en aquel momento, sintieron la llamada de Kelyarak.

Tahjel organizó un pequeño torneo entre ellos. Combates de uno contra uno para demostrar sus habilidades. Lo organizó en tres grupos distintos. Los ganadores de cada grupo se enfrentarían en un duelo final. Y el ganador sería el comandante. Los tres finalitas fueron Lesmus, Grendall y Aidan.
Durante horas y horas estuvieron luchando los tres, sin que ninguno obtuviera más ventaja que los otros. Sus fuerzas estaban muy igualadas. Cansados de tanto esfuerzo, apenas podían atacar. Reservaban el poco aliento que les quedaba para asestar golpes certeros. Pero ninguno conseguía traspasar las defensas de los otros. Tahjel paró el combate y, tras aplaudir el gran espectáculo que dieron, nombró a los tres comandantes del ejército acólito. Cada uno, se encargaría de adiestrar a los acólitos de elite en una de las habilidades de lucha. Lesmus se encargó del grupo de la esgrima. Era el más ligero de los tres y su cuerpo parecía que bailaba cuando luchaba. Grendall el encargado de enseñar el manejo del hacha al otro grupo de acólitos. Sus dos metros con cinco de altura y su musculatura le hacían el más apto para este trabajo. Y Aidan poseía la mejor vista y puntería de los tres, así que se encargó del grupo de ballesteros y arqueros.

Kelyarak, veía como poco a poco su ejército era más poderoso y numeroso. Satisfecho por el trabajo que estaba haciendo el general y los comandantes, decidió otorgarles regalos para que vieran que sus esfuerzos son recompensados. El poderoso balrog preparó unas armas especiales para ellos, unas armas con un gran poder, unas armas que serían forjadas con el poder demoníaco. De esta forma, Grendall obtuvo el Puño de Iriel, un martillo hecho de un material capaz de partir en dos una montaña. Otorga una fuerza descomunal a quien la posea. Ni el escudo más invulnerable puede resistir el impacto del Puño de Iriel. Aidan tuvo la Cola de Iriel, una ballesta cuyos virotes salían a una gran velocidad, igual de rápidos que la cola de su amo y señor Iriel. La rapidez del arma junto con la precisión de Aidan, hacían de él un ser supremo. Para Lesmus le fue otorgado las Garras de Iriel, una lanza que atraviesa cualquier material. Puede desgarrar la piel humana como si fuera mantequilla. No hay armadura que resista un corte de esta arma. Y para el General Tahjel, se le entregó dos objetos con un gran valor y más poder que las armas anteriores. Poseía un escudo demoníaco, hecho del mismo material que las anteriores armas. Ni siquiera las Garras de Iriel podrían hacer un rasguño en este escudo. Y para mejorar el ataque, la Espada de Iriel. Esta espada fue forjada con un trozo de la espada del balrog. Tiene las mismas propiedades. Su filo nunca se desgastará, pues se alimenta de la sangre de sus víctimas para permanecer intacta. Con estas nuevas armas, el ejército acólito se sentía más poderoso y con ganas de llevar a cabo su misión. Pero paciencia, todavía faltaba encontrar los cristales. No hay que tener prisa. No dentro de mucho, los sueños de estos fieles a Iriel tendrán la recompensa prometida, los demonios dominarán Sosaria y Nejesterg verá cumplido su deseo.
LOS CRISTALES DE LA LUZ DE LA MALDAD




Luces en la oscuridad.


Hace ya algunas décadas, la tierra de Sosaria vivía tiempos de paz y tranquilidad. En aquellos tiempos, gobernaba el padre del Alto Rey Eómines, el cual todavía no había nacido. Todo parecía calmado, el pueblo estaba contento con el Rey, los nobles no tenían ningún problema, las cosechas y los cultivos habían sido aquel año muy buenos, las lluvias habían dejado gran cantidad de agua, sin que hubiera ninguna inundación. Tampoco hubo sequía. Ni revueltas en las ciudades, ni disturbios ni guerras. Era una época muy tranquila. O eso pensaban todos…

Por aquellos tiempos, los archimagos del Reino habían aconsejado al Rey que dictara una Ley que prohibiera el uso de la Nigromancia. Este tipo de magia oscura estaba en fases de descubrimiento y los archimagos conocían muy poco de ella y tenían miedo de que pudiera ser peligrosa para Sosaria. Sin embargo, algunos magos no estaban de acuerdo en esa Ley. Pensaban que la Nigromancia podría otorgarles mayores poderes y mejor conocimiento sobre las artes oscuras y que los archimagos tenían miedo de que algunos de los magos más inferiores se volvieran tan fuertes como ellos y les arrebataran el puesto. Por suerte, la situación no llegó a más, tan sólo a palabrerías y la Ley fue dictada. Muchos de los magos dejaron de estudiar la Nigromancia, pero hubo unos pocos que decidieron hacerlo de forma clandestina. La mayoría fueron encontrados y llevados ante la justicia, donde se les pondría un castigo. Pero hubo uno que estuvo durante mucho tiempo estudiando ese tipo de magia, sobretodo las invocaciones.

La Nigromancia es famosa por ser capaz de invocar seres No Muertos que están bajo el control del Nigromante. Pero Hertros llegó mucho más lejos. Este nigromante empezó a estudiar las invocaciones de demonios de otros planos astrales, algo muy complicado y difícil de hacer. Hertros quería hacer saber que él es el nigromante más poderoso de todos y que es capaz de traer a un demonio de otro plano distinto…


En medio de la oscuridad, sentado en un trono de huesos con sangre alrededor, se encontraba Déstarus, un demonio de los planos inferiores, un poderoso balrog del Abismo. Como no tenía otra cosa que hacer, torturaba a otro demonio más pequeño que él con un látigo de siete colas. El sonido de un grito de dolor era como música celestial para Déstarus. Una voz le sacó de sus pensamientos. Alguien le estaba llamando desde el plano material. Los demonios de estos planos no hacen caso a ese tipo de llamadas, pero parecía que algo obligaba a Déstarus a aparecer ante aquel que le llamaba. Era la fuerza de un hechizo de invocación escrito en un pergamino.

Hertros había conseguido un pergamino de invocación, un hechizo tan poderoso que hacía que el demonio apareciese sin demora, aunque él se resistiera. Y así fue como en medio del círculo mágico que había trazado el nigromante, apareció el poderoso Déstarus. La mayoría de los balrog’s se parecen entre ellos, pero Déstarus tenía algunas diferencias. Sus alas no eran tan grandes como la del resto de los demonios y sus cuernos eran algo más largos. Pero eso no lo hacía más débil, sino más singular. Muchos saben que Déstarus es uno de los demonios más poderosos del Abismo.
Y allí estaba, ante el nigromante Hertros que le había invocado. El invocador se había quedado sin habla al ver el tamaño y el aspecto del balrog. Se había quedado tan inmóvil, que se le empezaron a olvidar las palabras del hechizo de dominación. El arte de la invocación no sólo reside en traer a la criatura, sino también en controlarla.
Sin embargo, Hertros estaba tan nervioso que apenas le salían bien las palabras. Déstarus le miraba a él y al lugar donde estaba. Sin lugar a dudas, estaba en el plano material. Intentó salir del círculo, pero una barrera mágica se lo impedía. Entonces miró al nigromante como ordenándole que quitara la barrera y le dejara salir. Hertros se había dado cuenta de que estaba en peligro. El hechizo de dominación no había surtido efecto y lo único que le protegía era la barrera mágica. No podía permitir que el balrog saliera del círculo.
Déstarus rugió con furia e intentó romper la barrera, pero no lo consiguió. Lo intentó de nuevo y esta vez, se notó cómo la barrera se debilitó durante unas fracciones de segundo. Hertros reaccionó a tiempo. Al ver que la barrera se debilitaba, cogió otro pergamino y lo leyó en voz alta. Una descarga eléctrica recorrió el cuerpo del demonio, el cual se enfureció aun más. Otra descarga le llegó. Y otra más.
- Aquel maldito humano ha encontrado el pergamino de Tersus. – pensó el demonio. Ese pergamino contenía un hechizo que podía realizar descargas eléctricas al demonio más cercano al lanzador del conjuro.
Hertros, rezando para que no fuera demasiado tarde, intentó de nuevo realizar el hechizo de dominación y controlar a la criatura. Pero era ya demasiado tarde. El hechizo no hacía ningún efecto en el balrog. En ese momento, la mente del demonio empezó a maquinar un plan. Los demonios como Déstarus son conocidos también por su astucia y su forma de engañar a criaturas inferiores. Cuando el nigromante terminó de leer el hechizo de dominación, Déstarus esperó unos segundos y dijo:
- Oh, mi señor. Dime que es lo que puedo hacer por ti – pronunció el demonio con una voz profunda y ronca. Estaba haciendo creer al humano que estaba bajo su poder. Hertros se tranquilizó un poco al escuchar esas palabras, pero sabía lo astutos que son estos demonios y no podía fiarse.
- Bien mi buen esclavo. Ahora eres mío. Contigo tengo la prueba de que soy el nigromante más poderoso de los tiempos.
- Sí, mi señor. Libérame del círculo para poder servirte mejor, mi amo. – contestó Déstarus.
Fue demasiado rápido. Hertros sabía lo que pretendía el demonio.
- No. Te quedarás ahí. Me servirás desde ahí.
Déstarus sabía que había cometido un error. Empezó a pensar muy rápido en alguna respuesta que le diera confianza al humano.
- Mi señor, si os digo que me liberéis es para poder usar todo mi poder. Este círculo no me permite usarlo todo. Para que veáis que podéis fiaros de mí, os entregaré un regalo como muestra de mi devoción.
Déstarus hizo una reverencia ante el humano. Se sentía humillado al inclinarse a un débil y estúpido ser humano, pero no podía hacer otra cosa para poder salir de la prisión mágica.
Hertros se quedó un momento pensando ¿un regalo? Mmmm no sabía que los demonios daban regalos a los humanos.
- ¿Y qué tipo de regalo es, esclavo? – dijo con énfasis, sobretodo en la palabra esclavo. Sabía que lo que más odiaban los demonios es estar bajo las órdenes de un humano o de otra criatura inferior a ellos.
Déstarus estuvo a punto de alargar su garra y estrujar al impertinente humano. Pero se contuvo. Debía controlarse si quería salir de allí.
- Debo volver al Abismo para traéroslo mi señor.
Hertros se quedó pensativo. No había notado nada extraño en el demonio. Tal vez el hechizo de dominación surtiera efecto. Dejarlo ir al Abismo puede que no fuera una mala idea. Estaba cansado del esfuerzo que había hecho para traer al demonio y de pronunciar las palabras del pergamino de Tersus.
- Está bien, puedes irte. Te invocaré más tarde para ver ese regalo.
Y de esta manera, Hertros envió a Déstarus de nuevo al Abismo.



Los Cristales.

Déstarus se encontraba de nuevo en su trono, pensando en el regalo que le haría al humano para que se ganara su confianza. Mientras reflexionaba, tuvo la visita de un ser inesperado. La niebla oscura del Abismo se arremolinó ante él. Déstarus notó la presencia del ser y su terrible poder.
Kelyarak, un demonio de mayor rango que Déstarus, había ido a visitarle. Gracias a sus informadores, pudo saber que Déstarus había estado en el plano material y que tenía que hacerle un regalo al humano que lo invocó.
- ¿Qué te trae por aquí, Kelyarak?
- Lo sabes muy bien Déstarus. Sé perfectamente que estuviste en el plano material.
- ¿Y para eso has venido hasta aquí?
- No. He venido para ayudarte Déstarus.
- ¿Ayudarme? ¡Yo no necesito la ayuda de nadie! – gritó Déstarus. Odiaba que le dijeran lo que tiene que hacer, aunque fuera un demonio de mayor rango que él.
- No te sulfures, Déstarus. Dime una cosa, ¿qué es lo que más deseas ahora mismo?
Déstarus se quedó pensando un momento ¿Qué es lo que más desea? Deseaba salir del Abismo, salir de ese apestoso lugar e ir al mundo material, a despedazar humanos, a torturarlos, a devorarlos, a sembrar la destrucción. Estaba ya cansado de torturar siempre a los mismos demonios que habían por ahí.
- Eso que tú deseas Déstarus, también lo deseamos los demás. No eres el único demonio que quiere la destrucción.
- ¿Y cómo me podrás ayudar Kelyarak?
- Dándole un regalo muy especial al humano. – y le enseñó un libro, un libro muy viejo. Un libro que explicaba cómo abrir un portal permanente entre los dos planos. Los demonios siempre han deseado ir al plano material, pero no es posible debido a que desde el Abismo, no pueden crear portales al plano material. Debe de abrirse un portal desde el plano material hasta el propio plano astral del Abismo. Y eso es lo que querían.
- Es nuestra oportunidad de arrasar el mundo material. Si conseguimos abrir un portal entre los dos planos, nuestros guerreros pasaran al otro lado y lo destruirán todo a su paso. Cuando el portal esté listo, nuestras legiones estarán preparadas para cruzar.
- Veo que lo teníais todo previsto Kelyarak.
- Hay que estar preparado para estas ocasiones. No podemos desaprovecharla.
Y los dos demonios se quedaron hablando del resto del plan que habían preparado para invadir el plano material.

Hertros volvió a llamar a Déstarus, el cual llevaba el libro que le había dado Kelyarak. Como antes, Déstarus apareció dentro del círculo mágico, con su barrera mágica. El demonio vio como Hertros pronunciaba de nuevo el hechizo de dominación. Suponía que el humano quería asegurarse de su control. Pero el hechizo ya no le hacía efecto. Ese tipo de hechizos sólo hacen efecto una vez. Si se falla y se intenta de nuevo, los poderes del demonio consiguen contrarrestar el hechizo y no surte efecto. Por supuesto, Hertros desconocía todo esto.
- ¿Me has llamado, mi señor? – dijo Déstarus para que viera que seguía bajo su control.
- Sí, esclavo. Me gustaría ver el regalo que me dijiste que me traerías.
- Aquí está, mi señor. – Déstarus le mostró el libro a Hertros.
- ¿Un sucio libro? ¿Esto es tu regalo?
- No lo despreciéis a simple vista, mi señor. Este libro os dará más poder del que tenéis. Con este libro, podréis crear unos cristales que aumentaran vuestro poder hasta extremos inimaginables.
Hertros se quedó maravillado ante las palabras del balrog. Es lo que él siempre había soñado, ser el más poderoso. Y ahora podía conseguirlo, con la ayuda de Déstarus. El demonio dejó el libro en el suelo, justo antes de la barrera mágica. El nigromante dijo unas palabras y un pequeño agujero en la barrera se abrió para poder coger el libro. En aquel momento, Déstarus deseaba agarrar la mano del humano y despedazarlo poco a poco. Pero tenía que cumplir con el plan. Debía ser paciente. No dentro de mucho estaría en el plano material, asustando a los humanos, torturando a los habitantes de ciudades y pueblos, devorando a los niños y a las mujeres.
Sí, era eso lo que deseaba. Hertros cogió el libro, cerró de nuevo la barrera y empezó a ojearlo. Algunos ingredientes los conocía, pero otros eran desconocidos para él. El demonio le dijo que no se preocupara, que él los conocía todos y que le diría cómo conseguirlos.
La trampa.

Así pues, durante unos años, Hertros se dedicó a buscar los ingredientes necesarios para construir los cristales. Hertros le costaba mucho conseguir todos los ingredientes y tenía que invocar varias veces a Déstarus para que le ayudara a encontrarlos. Aunque para un humano, unos cuantos años es mucho tiempo, para los demonios es muy poco.
Pero un mago se dio cuenta de que algo no iba bien. Nicomedes era tan sólo un joven aprendiz de la magia, pero progresaba con rapidez. Su maestro y mentor, Arthos, le tenía mucha estima.
Nicomedes sentía una presencia maligna muy poderosa en este plano. Las constantes invocaciones al demonio Déstarus, habían conseguido que este mago pudiera percatar su presencia. Aparte, conforme se iban consiguiendo los ingredientes, el poder mágico de la zona donde se escondía Hertros aumentaba. Así pues, Nicomedes se lo comunicó a su maestro Arthos, quien tenía plena confianza en él. Decidió enviar varios exploradores a la zona donde Nicomedes sentía que ocurría algo. De esa forma, descubrieron que algo no andaba bien. La vegetación de aquel lugar era siniestra y los exploradores sentían un escalofrío conforme iban entrando más en el lugar. En medio de un pantano, se alzaba una torre, de la cual procedían destellos de luz y un poder oscuro muy intenso. Los exploradores volvieron rápidamente a informar al Archimago Arthos. Tras conocer la noticia, decidió llamar al Concilio de Magos. En la reunión, Arthos presentó las pruebas y en muy poco tiempo, los archimagos pidieron al Rey que les proporcionara tropas para averiguar lo que estaba ocurriendo. Así pues, el Rey mandó unos cuantos soldados, junto con los magos del Concilio y partieron sin demora a la torre de Hertros.

El nigromante, mientras tanto, había conseguido ya todos los ingredientes y los había triturado y mezclado en un cuenco profundo. La sustancia de color gris blanquecido, desprendía un alto poder mágico. Tan sólo faltaba una cosa: sangre de demonio. Déstarus traía consigo un frasco con su propia sangre. De la misma forma que cuando Hertros cogió el libro, consiguió el frasco con la sangre del balrog. Vertió el líquido rojo oscuro dentro del cuenco. Nada más hacerlo, la sustancia reaccionó y una intensa luz inundó la sala. Hertros se echo un poco hacia atrás, pero luego una onda expansiva lo tiró al suelo unos cuantos metros. La luz seguía iluminando el lugar.
Las fuerzas del Rey y los magos del Concilio habían llegado a la torre y veían como una intensa luz se proyectaba hacia el cielo, a través del techo de la torre. Los magos presentes sintieron un escalofrío en aquel momento. Sabían que algo muy poderoso estaba siendo creado.
El cuenco saltó en pedazos y la materia que había dentro se había solidificado. Empezó a separarse, mientras seguía proyectando una luz hacia el cielo. Empezó a crecer y a crecer, y luego en tres trozos se partió.
Los tres trozos empezaron a tomar una forma, una especie de cara, muy parecida a la de Déstarus. La luz empezó a remitir y poco a poco, los tres trozos se habían cristalizado, cada uno en un color: azul, verde y rojo.
Los tres cristales tenían la misma forma, una cara que era casi idéntica a la del balrog. Hertros se puso de nuevo en pie, un poco mareado por el golpe. De repente, oyó como tiraban abajo la puerta de entrada de la torre.
- Date prisa estúpido humano, coloca los cristales en su lugar.
- No me hables así, esclavo. Estás bajo mi poder, no lo olvides.
Déstarus ya no podía aguantar más y le gritó a Hertros:
- ¡Miserable humano! Coloca los cristales ahora mismo. No me hagas enfadar.
En aquel momento, Hertros se dio cuenta de que el demonio no estaba bajo su control. Cogió el pergamino de Tersus y lo recitó en voz alta. No podía consentir que el demonio le hablara así. Pero la descarga eléctrica no llegó. En su lugar, los tres cristales proyectaron una cúpula encima de Déstarus, impidiendo que la descarga se produjera. Los cristales le habían protegido. Habían protegido al demonio. Ahora no podía hacer nada para detenerlo. Había sido engañando. Le habían tendido una trampa. Los cristales no eran para él, sino para el balrog.
- Está bien humano despreciable, si no colocas tú los cristales, los colocaré yo.
Déstarus intentó romper la barrera mágica. Como la otra vez, la barrera aguantaba los primeros golpes, pero cada vez se debilitaba más.
Las fuerzas del Rey y los magos estaban llegando al último piso de la torre. Oían gritar al demonio y sabían que tenían que darse prisa.
Hertros tenía que actuar deprisa. La barrera poco a poco se debilitaba aun más. Entonces decidió mandar al demonio de vuelta al Abismo. Pero los cristales se lo impidieron. Extrañamente, los cristales le lanzaron una descarga psíquica, que lo tiró otra vez al suelo, con un terrible dolor de cabeza. La barrera estaba muy debilitada, no aguantaría muchos más golpes. Hertros se puso en pie y decidió plantarle cara al demonio. Preparó un hechizo muy poderoso, un rayo de fuego que acabaría con ese ser. En ese momento, entraban en la sala los magos del Concilio, viendo lo que estaba ocurriendo. Los cristales no iban a dejar que Hertros lanzara el hechizo. De nuevo, lanzaron una descarga psíquica, pero más potente que la anterior. La lanzaron con tanta fuerza, que Hertros salió despedido por la ventana que estaba al fondo de la sala. Su cuerpo quedó tendido a los pies de su torre, ya sin vida. Los magos intentaron detener al demonio que intentaba salir, pero los cristales empezaron a lanzar descargas a todos los lados. Algunos de los presentes, eran archimagos y conseguían mantener su defensa frente a las descargas, pero eran mucho más fuertes de lo que esperaban. Por desgracia, otros magos fueron golpeados por las descargas, e incluso alguno, no pudo resistirla psíquicamente y quedó en el suelo, sin ninguna actividad cerebral. Entonces fue cuando Nicomedes vio un pergamino en el suelo, el pergamino que devolvía al demonio a su plano. Se le había caído a Hertros cuando intentaba hacer que el demonio volviera al Abismo. Con un rápido movimiento, Nicomedes cogió el pergamino. Los cristales le lanzaron una descarga. La esquivó y se puso detrás de una barra donde Hertros había preparado los ingredientes.
Una nueva descarga por parte de los cristales, hizo saltar en pedazos parte de la barra. Nicomedes, no tenía mucho tiempo. La barrera ya se estaba desquebrajando y Déstarus estaba listo para salir y acabar con aquellos humanos. Arthos llegó hasta Nicomedes y le dijo:
- Ponte detrás de mí y recita el hechizo.
Nicomedes aceptó y los dos se levantaron. El joven mago empezó a conjurar el hechizo. Los cristales lanzaron una descarga, pero Arthos era un gran archimago y pudo detener la descarga. Nicomedes seguía recitando el hechizo, aunque algo preocupado por su maestro. Arthos se dio cuenta y le gritó:
- ¡Sigue recitando el hechizo. No te detengas ante nada, mi joven aprendiz!
Nicomedes siguió formulando. Déstarus había conseguido hacer un agujero en la barrera e intentaba hacerlo más grande para poder introducirse en él. Los cristales lanzaron otra descarga, con mayor intensidad. Arthos aguantó en su sitio. Incluso consiguió lanzar una bola de fuego contra los cristales, pero no hizo ningún efecto. La bola de fuego se desvaneció justo antes de impactar contra los cristales. Otra descarga más fue a parar a Arthos. El resto de magos y de las tropas estaban en la escalera, en la puerta, sin poder hacer nada. Pero uno de los magos tomó la valiente decisión de salir en ayuda de Arthos. Lanzó un conjuro de rayo contra los cristales. Igual que con la bola de fuego, no pasó nada. El rayo se desvaneció antes de tocar a un solo cristal. Una descarga fue a parar al mago imprudente, que murió casi al instante debido a la descarga psíquica. Se desplomó en el suelo y se quedó inmóvil, con los ojos en blanco.
Nicomedes estaba ya recitando las últimas palabras del pergamino. El hechizo era más complejo de lo que esperaba y tenía que ir traduciendo muchas palabras. Sin embargo, antes de acabar, los cristales concentraron su poder en un único punto. Se juntaron entre sí y empezaron a danzar en círculos sobre sí mismos. Un potente rayo salió hacia Arthos, quien preparó una barrera mágica para repeler el hechizo. No fue suficiente. El hechizo le dio, aunque con poca intensidad gracias a la barrera. Seguía con vida, pero estaba bastante malherido. Nicomedes terminó de pronunciar las últimas palabras justo cuando Déstarus salía de la barrera. Con un profundo grito, Déstarus fue desterrado de nuevo al Abismo. Los cristales, que estaban unidos al poder demoníaco de Déstarus, empezaron a perder fuerzas.
Sin embargo, justo antes de perder las energías mágicas que poseían, lanzaron un último rayo, un rayo que dio de lleno a Arthos sin que le diera tiempo a crear una barrera de defensa. El rayo recorrió el cuerpo del archimago, que quedó tendido en el suelo. Nicomedes se quedó paralizado ante la horrible visión que había visto. Dejó caer el pergamino mientras el resto del grupo se acercaba a los cristales y a los que estaban heridos.
Nicomedes, entre lágrimas, pedía a su maestro que no le abandonara.
Las últimas palabras de Arthos fueron:
- No te preocupes joven aprendiz. Ya no tengo nada más que enseñarte. Has conseguido recitar un hechizo que muy pocos magos pueden hacer. Estoy orgulloso de ti. Sigue así, archimago Nicomedes.
Y con esto, sus ojos se cerraron y dejó de respirar. El joven Nicomedes rompió a llorar. Su maestro, que había sido como un padre para él, había muerto.
Los cristales permanecían ahora tirados en el suelo, sin moverse, sin brillar, sin ningún signo de poder.




La voluntad de los cristales.

Arthos, archimago del Concilio de Magos, había fallecido cumpliendo con su deber, protegiendo a los suyos y al Reino. Su funeral fue grandioso y muchas personas le rindieron homenaje. Nicomedes estaba presente, con un rostro muy serio, pero no triste. No se sentía triste. Su maestro había dado su vida por la suya y antes de morir, le había dicho que se sentía orgulloso de él. Seguiría estudiando la magia hasta convertirse en un excelente mago como su maestro.
Los cristales fueron llevadas a Magincia, donde el Concilio debatía sobre qué hacer con ellos. Todos estaban de acuerdo en una cosa: debían ser destruidas. Después de lo ocurrido, se investigó la torre del nigromante, donde se halló el libro que Déstarus le dio a Hertros y los tres huecos donde debían ir los cristales. Entonces comprendieron la finalidad de aquellos objetos tan poderosos. No podían permitir que los demonios del Abismo entraran a este plano. Supondría el fin del Reino y también del mundo. También decidieron que fuera abolida la Ley que dictó el Rey de prohibir el aprendizaje de la Nigromancia. Este hecho había dejado claro que el uso de la Nigromancia sin el adiestramiento adecuado, es muy peligroso. Por tanto, se dejaría aprender la Nigromancia, pero en aquellos lugares donde los archimagos pudieran controlar y ver los progresos de los jóvenes magos, impidiendo así desastres como este.
Los cristales fueron llevados a una sala especial para que el exterior no se viera afectado por las fuerzas mágicas que se iban a desatar. Los archimagos lanzaron sus poderosos hechizos contra los cristales. Pero ninguno tenía efecto. Hechizos de fuego, de hielo, de agua, psíquicos, de rayo, de tierra, de trueno, etc. Ninguno hacía efecto a los cristales, pese a que estos seguían inmóviles y no mostrar ninguna actividad mágica. Lo que desconocían los archimagos era del tremendo poder que poseían los cristales. Su resistencia mágica era extremadamente alta, sin posibilidad de que algún hechizo les haga efecto. También lo intentaron con golpes físicos, pero los absorbían. Ni siquiera tuvieron una rozadura a causa de los golpes. El material del que estaban hechos los cristales era tan duro y resistente como el Mithril.
No había forma de destruir los cristales. Eran indestructibles. Así que el Concilio decidió guardarlos y protegerlos para que nadie los usara. Los cristales se encontraban en uno de los calabozos del castillo del Rey, custodiados por la Guardia Real. Pero los cristales no estaban nada de acuerdo con su encarcelamiento. Aunque nadie lo sospechaba, los cristales poseían vida propia y tenían capacidad de decidir. La sangre del balrog Déstarus les había dado inteligencia, aparte de un gran poder. Así que decidieron salir de su prisión y esconderse de las fuerzas del Bien.
Nadie sabe cómo lo hicieron o cómo lograron escapar. Sólo se sabe que a la mañana siguiente de la desaparición, cuando se abría la celda para comprobar que los cristales seguían en su sitio, ya no estaban. Muchos pensaban que alguien los había robado, pero no había indicios de que alguien hubiera entrado en la celda. Los magos entendieron que los cristales tenían mucho más poder de lo que pensaban. Habían usado algún hechizo de teleportación que les permitió escapar de la celda. Estaba claro que los cristales querían cumplir con su misión, querían ser usados para abrir el portal. Sin embargo, los cristales no se pusieron de acuerdo en el mismo sitio donde esconderse. Cada uno había encontrado un lugar para ocultarse e intentaban que los otros se vinieran con él. Viendo que no se ponían de acuerdo, los cristales se separaron y cada uno se ocultó en una parte de las tierras de Sosaria.
Los magos del Concilio mandaron a muchos exploradores para que los encontraran, pero ninguno tuvo suerte. También intentaron encontrarlos por medio de las emanaciones mágicas, pero los cristales habían reducido su poder al mínimo para no ser detectados.

Pasaron los años, y el demonio Déstarus seguía en su trono, esperando a que alguien encuentre los cristales y abra el portal. Aunque su plan había fracasado debido a la estupidez del humano Hertros, no todo estaba perdido. Los cristales seguían allí y podían usarse perfectamente.
Pero para ello, necesitaban a alguien que los encontrara y los usara. Ahí entraba la labor de Kelyarak. Este demonio tenía muchos contactos, incluso en distintos planos. Decidido a que el ejército de demonios consiga llegar al plano material, empezó a lanzar el rumor de que aquel que encuentre los cristales, será recompensado con la vida eterna y con el mayor poder que pueda existir. Aquel rumor se empezó a extender y muchas personas pensaban que consiguiendo los cristales, serían los más fuertes.
Los rumores llegaron hasta la Corte Real e, incluso, al Concilio de Magos, quien desmentía estos rumores y decía que no era más que una estrategia para que se encontraran los cristales y usarlos en beneficio del Mal. Pero algunas personas pensaban que los magos decían eso porque ellos querían encontrar los cristales y quedárselos para ellos y así usarlos para dominar todo el reino. Revueltas y muchas disputas se produjeron. Incluso en el Concilio, pues algunos magos decían de encontrar los cristales y usarlos en beneficio propio, algo que otros no veían nada bien.
Así pues, a los cristales se les conoció como los Cristales del Malum Luminos por ser los portadores de la luz oscura que hay en el Abismo. Pero entre la muchedumbre y el pueblo se les conoció más como los Cristales Potens Luminos, por conceder el poder absoluto a quien los consiga.
La corrupción se apoderó de muchas personas. Y fue así como nació la Secta de Iriel, una sociedad de acólitos dispuestos a encontrar los cristales y abrir el portal a sus amos y señores que les concederán la vida eterna y un lugar de honor en un nuevo mundo purificado por las llamas del Abismo. El líder de los acólitos, que demostró tener un gran poder mágico, es conocido por el nombre de Nejesterg. Es un poderoso brujo que fue expulsado de la Academia de Magia de Magincia por uso indebido de la magia. Necesitaba probar un conjuro con algún sujeto y decidió que un compañero suyo de clase fuera el espécimen perfecto. Pero el conjuro le salió mal y su compañero murió por su insensatez. Así que fue expulsado y marginado por la sociedad. Pero siguió con sus estudios y adquirió un gran poder. Ahora era el líder de una sociedad de fieles a los demonios, que les concederían todos sus deseos.
Contrataron a buscatesoros para encontrar los cristales, pero ninguno encontró nada. Los acólitos pidieron consejo a los demonios para que les dijeran dónde se encontraban los cristales, pero ni ellos mismos lo sabían. Al haber reducido su poder mágico al mínimo, no se podían detectar. Ni el mismo Déstarus, el que dio su sangre para que se crearan los cristales, podía localizarlos.
Los acólitos y las fuerzas del Bien no eran los únicos que buscaban los cristales. Otras asociaciones y grupos de mercenarios o asesinos también los buscaban para recibir a cambio la recompensa prometida.
La cuestión ahora es quién los encontrará antes.


La decisión

No podía creer lo que mis ojos veían.Las rocas habían aplastado a la criatura que tanto me había ayudado y que me había salvado.Corrí hacia el montón de rocas y empecé a quitarlas una a una.Las sacaba muy nervioso y muy deprisa, pues en mi cabeza no paraba de repetir la idea de que mi compañero, mi amigo, había muerto.De repente, dislumbré como un brazo se alzaba entre algunas rocas y podía distingir la garra que llevaba mi amigo en la muñeca derecha.Llegué hasta la posición del brazo y empecé a quitar las rocas y piedras que me estorbaban.Mi aliado había tenido suerte, le habían caído muchas rocas encimas pero ninguna
era de un tamaño excesivo.Aun así, cuando le logré desenterrar de la pila de rocas que tenía encima, me di cuenta de que estaba malherido.Aparentemente, su armadura y su cuerpo no apreciaban ninguna herida, pero su respiración dificultosa decía lo contrario.Su máscara quedó algo dañada por el desprendimiento.Se podía ver como la parte delantera se había desquebrajado un poco.Le ayudé a levantarse y dejé que se apoyara en mi.Luego me dijo:
-Muchas gracias.-era mi voz, pero no era igual.Tenía un tono distinto a mi voz, pero estaba claro que eso lo había dicho yo anteriormente.Tal vez esta criatura aprendía nuestro idioma escuchando y luego repitiendo con voz parecida.
-De nada.-le contesté y le dediqué otra sonrisa.
Nos alejamos un poco de la caverna y, al ver el paisaje, pude situarme y saber dónde estábamos.Los exploradores tomaban puntos de referencia entre aquellas montañas para no perderse.Y, por supuesto, yo los aprendí cuando estuve con ellos.Ví la Montaña de Hielo desde mi posición, llamada así por el frió y la nieve que se acumulaba en ella en invierno.Ahora no tenía nieve, pero estaba claro que era esa montaña porque es la más alta de todas y su pico se pierde dentro de las nubes.Por la posición del Sol y viendo la ladera de la Montaña de Hielo, pude deducir que estábamos hacia el Este del pueblo.No era una zona con muchos monstruos, pero estaba llena de numerosas cavernas, la mayoría abandonadas por los monstruos debido que allí no había mucha vegetación ni tampoco muchos animales que comer.Sin embargo, era el lugar perfecto para grupos de bandidos para esconder sus botines.

Mi compañero cayó al suelo y empezó a vomitar un líquido verde fluorescente por la boca.A mi entender, aquello se podría decir que era sangre, su sangre claro.La respiración dificultosa y el vómito de sange me hacían pensar que el derrumbamiento podían haberle ocasionado heridas muy graves dentro de su cuerpo.Aunque en el exterior no tenía ninguna herida, tal vez algún órgano vital había sido dañado por el aplastamiento y le podía haber causado una hemorragia interna.
Yo no podía hacer nada, pues ese tipo de heridas son muy díficiles de curar y yo no tenía los conocimientos necesarios para curarle.Se puso de pie y creo que él tambien entendió lo grave de su situación.Me señaló hacia el Oeste, casi en la dirección del pueblo.Supuse que quería ir
allí, pero en el estado que estaba mi amigo, no sé si podría hacer semejante viaje.En aquel momento me miró y entonces puso sus manos por detrás de la máscara.No la había visto por detrás antes, pero ahora que lo veía más de cerca, aquello parecía más un casco, ya que
tambien cubría la parte posterior de la cabeza y de ahí le salían aquellos pelos tan largos de color negro.Aflojó dos cosas de los costados de su casco y salió aire de los dos lugares.Se quitó el casco y pude ver su verdadera cara.Era algo que nunca había visto y bastante difícil de
describir.Su boca era grande y parecía ser que sus mejillas se abrían para mostrar su verdadera boca.Tenía dos colmillos en la parte superior de su boca y luego pequeños dientes puntiagudos entre los dos colmillos y también en la parte inferior de su boca.Las dos mejillas que se abrían acababan tambien en dos colmillos, uno arriba y otro abajo.Sus ojos de color negro hacían notar que era un gran guerrero.Se notaba en ellos mucha experiencia y muchos años de entrenamiento.Por supuesto, su cara me producía un poco de repulsa, ya que nunca había visto nada igual, pero luego pensé que él también pensaría eso de mi cara.Ya me
acostumbraría a verle así.Tras ver sus ojos, noté como me pedía que fuéramos al lugar donde me había señalado, como si estuviera suplicándome que fuéramos a aquel sitio.Hice un gesto de afirmación con mi cabeza, justo igual como hacía él cuando le decía algo y estaba de
acuerdo.

Caminamos durante muchos minutos y salimos de la zona montañosa.LLegamos a una llanura, casi desértica.Avanzamos otros minutos más y luego nos paramos.Desde aquella posición podía ver mi pueblo a lo lejos.Entonces, mi amigo extendió la mano y presionó el aire, el vacío.Pero no estaba vacío donde había presionado, pues le dió a un botón y en aquel instante apareció un aparato bastante grande.Tenía forma alargada y su parte trasera era bastante ancha.Aquello parecía ser un medio de transporte porque había un asiento dentro del artilugio, justo debajo de una cúpula de cristal.En la parte lateral había una especie de nombre o algo parecido, compuesto de dos palabras, pero no pude leerlo porque estaba algo borroso.Todo estaba camuflado, de forma que cualquiera que pasara por allí no se diera cuenta de la presencia del artilugio.Mi amigo abrió la cúpula y luego presionó varias teclas.Cogió una especie de libro y entonces cerró la cúpula.Se apresuró a marcharse de allí mientras me agarraba y me empujaba con fuerza.No podía correr porque cada vez estaba más débil debido a la herida, pero en su estado nos pudimos alejar bastantes metros del artilugio.Luego, una gran explosión destrozó el artilugio y lo hizo pedazos.Parecía que los botones que había presionado era para la autodestrucción.

Luego, mi compañero cayó al suelo sin fuerzas.Lo estiré en el suelo y levantaba su cabeza con mi mano derecha.Entonces él me dió el libro que había cogido.Lo abrí, pero estaba todo escrito en unos extraños símbolos que no entendía para nada.Entonces, mi amigo me señaló el botón de la tapa del libro.Lo presioné y, no sé cómo, el libro cambio de idioma y, al abrirlo, podía ver como todo estaba escrito en la Lengua Común.
-Gracias otra vez.
-De nada.-me contestó con mi voz algo cambiada.
Luego, me dió su lanza y la cogí.Aunque aquella lanza era demasiado grande para mí (mi amigo era mucho más grande que yo), estaba hecho de un material que nunca antes
había tocado.El arma apenas pesaba y parecía muy ligera.Si no hubiera visto la dureza de las hojas y del arma, diría que se podría romper con tan sólo mirarlo de lo poco que pesaba.Luego, señaló su armadura y su casco, que lo llevaba consigo en la mano durante todo el trayecto, y me señaló a mí.No entendía lo que quería decirme.De nuevo, me señaló la armadura y el casco y luego a mí.Entonces lo comprendí, quería regalarme tambien la armadura y el casco.
-Todo esto es tuyo, no puedo aceptarlos.Tendrías que llevarlos junto contigo.-le contesté.
-Todo esto es tuyo.-me contestó él, repitiendo con mi voz esa parte de mi frase.
Yo no sabía qué decir.Estaba claro que no le iba a hacer cambiar de opinión.
-Gracias, no sé que decir.Bueno, sí, tengo algo que preguntarte ¿por qué me has ayudado? ¿por qué me has salvado tanto la vida y me regalas todas tus cosas? Eso no lo entiendo.
Como si él me hubiera comprendido, comenzó a recitar algo que para mí era muy familiar:
-"Un Caballero ayuda al débil.Un Caballero es noble, gentil y cortés.Nunca debe caer en las garras del Mal.Debe hacer frente a ese Mal con su ira y su fuerza.Un Caballero debe ser valeroso.Su espada sólo sirve al servicio del Bien."-dijo con la voz de mi Capitán.Aquel día mi compañero estaba presente y había escuchado el Código del Caballero.Y lo que más me sorprendió es que lo entendiera.La verdad es que por el aspecto de mi amigo, parecía más bien un cazador, un ser sin sentimientos que tan sólo le importa atrapar presas para él.Pero no, parecía todo lo contrario.Me había ayudado y me había salvado la vida porque a él también le llegó muy profundo el Código del Caballero.Al principio, pensé que esta criatura viviría en alguna caverna de las montañas, pero ahora lo comprendía todo.Con el artilugio que había explotado antes, podía ir y venir a su antojo y de esa forma observárnos.Tal vez nos observaba para aprender de nosotros, aprender de nuestra raza.Para luego cazarnos y matarnos.Mi Capitán decía "Uno siempre debe conocer a su enemigo para poder ganarle." Y eso mismo
debía de estar haciendo esta criatura.Pero al contrario de todo eso, aprendió el Código de Caballero y decidió protegernos.Por la cabeza de la criatura pasaban recuerdos pasados.Comparaba el acto de graduación con el acto en el que fue nombrado cazador.Es por eso que el Código del Caballero le afectó tanto porque le recordaba a él cuando era mucho más joven.De esta forma, aquel día esta criatura tambien juró el Código del Caballero y desde entonces, ha cumplido el juramente del Código.
Entonces, mi compañero empezó a cerrar los ojos y a perder sus fuerzas, hasta que dejó de respirar.Sus ojos se cerraron para siempre y nunca más volvió a respirar.Como me había dicho, y lo tomé como su último deseo, cogí su casco y las partes que pude de su armadura.Ésta
tampoco pesaba nada, por lo que no me costó llevarlo todo.Por supuesto, no me lo podía poner ya que me venía todo excesivamente grande.LLegué entonces al pueblo todo cargado con el libro, la lanza, el casco y la armadura.Hubiera cogido también el arma de la esfera azul o su cañón que tenía en el hombre, pero los dos parecían haberse estropeado con el derrumbe.Además, yo no sabía usarlos y tal vez probando, podía matarme a mi mismo.Pude encontrar una bolsa en unos escombros de una casa.Metí las piezas que pude de la armadura
dentro de la bolsa.La parte del pecho era una especie de camiseta debido a que se ponía como tal y la armadura cubría la parte de atrás y de delante del cuerpo.LLevaba un agujero en la parte superior para introducir la cabeza.Por supuesto, era tan grande que no cabía en la
mochila, por lo que la tuve que atarla con una cuerda que encontré a mi espalda.De todas formas, en una mochila no me cabía el resto.Sólo había espacio para el resto de la armadura, no había sitio para el libro, el casco y la lanza.Tuve que buscar otra mochila, que me costó mucho encontrarla, para depositar el resto de las cosas.Luego, fui al pozo en busca de agua.Por suerte,el cubo del pozo estaba en buen estado y enganchado a la cuerda.Bajé el cubo al pozo y lo subí.LLené dos camtimploras de agua y luego, tras encontrar una tercera
bolsa algo estropeada y quemada, me recorrí el pueblo en busca de alimentos.No pude conseguir mucha cosa, ya que todas las casas habían sido quemadas, pero algún que otro almacén con comida había sobrevidido al fuego.Del almacén principal del pueblo, que era un
enorme edificio, apenas saqué algo de comida.Todo estaba quemado y muchas de las cosas que no se habían calcinado se habían echado a perder por el excesivo calor del fuego.
Luego, dejé las mochilas y la armadura en el suelo.LLegué a la plaza central del pueblo, justo donde estaban refugiadas nuestras familias y todo aquel y aquella que no era del ejército.Habían muchos cuerpos quemados y otros mutilados.Estaba claro que no podría enterrarlos a todos y menos distinguir a mis familiares y a mis amigos para darles sepultura.

Entonces, con dos palos, uno más largo que el otro, conseguí hacer una cruz bastante grande con unas cuerdas y la planté justo en medio de la plaza.Con la garra de mi amigo muerto, que estaba enganchada a la muñeca de la parte de la armadura de su brazo derecho, pude escribir
en la cruz "Aquí descansan los habitantes del pueblo, masacrados por unos bandidos.Que sus almas encuentren la paz en la otra vida".Luego, recogí otros dos palos más, más cuerdas que habían por ahí tiradas y una pala que encontré en la tienda de minerales.Con algo de suerte, la
pala no se había quemado en el incendio, aunque tampoco estuviera en un buen estado, al igual que las cuerdas, que estaban muy desgastadas, pero no había otra solución.Cogí la armadura de la parte del pecho y la enganché de nuevo a mi espalda.Luego, puse la bolsa con comida por la parte de delante de mi cuerpo, es decir, al revés de cómo se debería llevar porque en la espalda ya tenía la armadura.Y luego, en cada hombro, llevaba cada una de las otras dos mochilas restantes.Parecía un mulo de carga, pero no había ningún caballo en la zona, así que no me quedaba más remedio que llevarlo yo todo.De nuevo, agradecí que estos
materiales fueran tan ligeros.Si llegan a ser más pesados, no hubiera podido transportarlos.Regresé a la zona donde estaba mi amigo, cargado con las tres mochilas, la armadura, los dos palos, la pala y las cuerdas.
De nuevo, hice una cruz, pero más pequeña que la de antes.Luego, empecé a cavar una fosa para enterrar a mi amigo.Quería enterrarlo más que nada para que nadie le viera.Supuestamente, destruyó su medio de transporte para que nadie lo encontrara y, de haber podido, se hubiera matado él mismo estando dentro del artilugio.Pero antes quería darme estos presentes para mí.Cuando terminé la fosa, iba a depositar su cuerpo dentro de ella.En ese momento, vi una especie de marca en su brazo derecho.Era un círculo donde en su interior estaba representado la lanza que tenía yo ahora.Debajo de la lanza, tenía dos iniciales, pero estaban en su idioma.El libro que me había dado llevaba al final de sus páginas una especie de diccionario de esos símbolos y mi idioma.Pude comprobar que las dos iniciales era una P y una H.Luego, recordé haber visto esos dos símbolos en el artilugio, pero estaban algo borrosos.Después, saqué todas las piezas de la armadura, por si tenía escrito esas dos palabras que había visto antes en la nave.Pude encontrar los mismos símbolos en la parte de la armadura del brazo derecho.Me llevó un rato traducirlo ya que parecían haber muchas letras,
pero los símbolos eran tan pequeños que podía escribirse una frase en aquel pequeño espacio de la armadura.Al final, conseguí traducir todo lo que ponía.Predator Hunter.Un cazador depredador llegué a la conclusión.Esto no hacía más que confirmar de que esta criatura había venido a cazarnos, pero al final vió nuestra forma de vida y le gustó, le fascinó y decidió protegernos.Predator Hunter.Fue en aquel momento cuando cambié mi nombre por aquellas dos palabras.No sabía si aquello era el nombre de mi amigo o era un rango entre su especie, pero me daba igual.De esta forma, hacía honor a su recuerdo y recordaría siempre todo lo que hizo por mí.Mi nombre era ahora Predator Hunter.Tras enterrar ya por fin a mi amigo y dejar una cruz sin ninguna inscripción, me puse a pensar en el rumbo que iba a tomar.Me acordé
entonces de la conversación entre el mago y el líder de los bandidos:
"-Lo necesito para mañana mi buen amigo.Dentro de poco partiremos hacia Sosaria.
-Claro, estará listo tranquilo.Nosotros tambien tenemos pensado ir a esas tierras.Me han informado que en la ciudad de
Ocllo se buscan mercenarios para luchar contra el rey Arnold y que pagan bastante bien."
Las Tierras de Sosaria.Muchos viajeros me habían contado que era una buena tierra, aunque habitaban muchos monstruos, era un lugar perfecto para convertirse en un gran caballero, sobretodo en la ciudad de Trinsic donde se encuentra la Orden de los Caballeros Reales.También me comentaron que en esas tierras se sufrían muchas batallas debido a dos
hermanos que eran herederos al trono.Al parecer, Feldor, uno de los hermanos, pretendía ser el rey por la fuerza y atacó la capital del reino, Britain.Arnold, su hermano, que ante todo quería que el orden y la paz prevaleciera en el reino, se enfrentó a Feldor y su ejército consiguió ganar.Arnold fue proclamado rey mientras que Feldor desapareció tras la batalla, sin saber a ciencia cierta si esta vivo o muerto.Aun así, los ataques de los mercenarios hacia la capital no cesaban y cada vez eran más.Y, por lo que había escuchado, se proponían crear un gran
ejército de mercenarios para derrocar al rey.Entonces, fue cuando tomé la decisión.Decidí ir a Sosaria, a ayudar al rey Arnold contra aquellos asesinos.Además, sentía la necesidad de ir, pues no quería ver como otros pueblos y ciudades eran arrasadas de la misma forma que mi pueblo.En aquel momento, juré que sería un gran caballero, que lucharía contra todo aquel que sólo quisiera hacer daño a los demás, que me enfrentaría contra todo aquel que fuera un siervo del Mal.Sería un caballero y daría mi vida por el Bien, el orden y la paz.
Esa fue mi decisión y partí rumbo a Sosaria. 
El Comienzo


Allí me encontraba yo, ayudando a mis hermanos en la ardua tarea de preparar el campo para la temporada del cultivo.De todas formas, disfrutaba mucho de la compañía de mi familia, de mi padre, de mi madre, de mis hermanos y hermanas.Todo el esfuerzo y el calor que pasaba valía la pena para pasar buenos momentos con ellos.

Dentro de poco tendría que partir a la Academia, por lo que no podría disfrutar de mucho tiempo con mi familia.

Nuestro pueblo es pequeño y pasa desapercibido por muchos viajeros, pero por estos lugares hay muchas grutas y cuevas y de ellas salen monstruos o seres infernales.Además, algunas cuevas son usadas por grupos de bandidos para guardar sus botines.

Es por eso que se fundó la Academia, para organizar una fuerza defensiva contra cualquier enemigo que viniera a nuestro pueblo a hacer daño a nuestras familias y amigos.

Estuve varios meses en aquel lugar de entrenamiento que me enseñaría a ser un soldado, un guerrero que manejaría la espada y el escudo con firmeza y destreza para proteger a mis seres queridos.

Los entrenamientos eran muy duros y más de una vez pensé en retirarme, pero entonces me acordaba de por qué estaba allí, de por qué me entrenaba, para proteger a aquellos a los que quería.No podía rendirme, tenía que seguir si quería defender a mi pueblo.

Todos aquellos esfuerzos dieron su fruto el día que aprobé la Academia y me insertaron en una patrulla de guardia.Aquel día fue muy importante para mí porque iba a recitar el Sagrado Código de un Caballero.El código se puede simplificar a esto: "Un Caballero ayuda al débil.Un Caballero es noble, gentil y cortés.Nunca debe caer en las garras del Mal.Debe hacer frente a ese Mal con su ira y su fuerza.Un Caballero debe ser valeroso.Su espada sólo sirve al servicio del Bien." Esas palabras las recitaba el Capitán y luego nosotros la repetíamos en voz alta para dejar constancia a los cuatro vientos que cumpliríamos con el Código del Caballero.
Tras estas palabras, la graduación terminó y al día siguiente iría hacer una guardia con la patrulla que me habían asignado.

La mayoría de las patrullas están formadas por 5 o 6 hombres, con un líder en cada una.
Luego, existen las patrullas exteriores que están formadas por 10 o 15 hombres.
Y, por último, están los grupos de exploradores que vigilan las cuevas y grutas que hay en las montañas que rodean el pueblo.Si los exploradores detectan algun peligro, vuelven rápidamente al pueblo para alertar a las patrullas.

Mi primera vez que patrullé no estuvo mal.Íbamos por dentro del pueblo de un lado para otro sin preocuparnos por nada, pues en aquellos tiempo reinaba mucha paz.

Después, me trasladaron a una patrulla de exteriores.Nuestra misión era vigilar la parte exterior del pueblo, es decir, al otro lado del muro de madera.El pueblo estaba rodeado por un muro de madera donde arriba se podían apostar los arqueros gracias a una pasarela que iba enganchada al muro.Mis días en la patrulla exterior fueron muy distintos.La mayoría de las personas no eran muy amables y casi nunca se hablaba, pues se tenía que estar atento a cualquier peligro.

Con el tiempo, fuí cogiendo más experiencia.Para no perder la práctica, asistía a clases de esgrima, espada, escudo y arco.De esta forma, siempre estaba preparado para cualquier peligro.

Más tarde, me llevaron a patrullas de exploración, para que fuera conociendo las montañas que rodean el pueblo.Vi muchas grutas y cuevas, unas eran tan altas que mi vista no alcanzaba a ver el techo y otras eran tan estrechas que se tenía que ir en fila de uno.

Poco a poco, fui conociendo el entorno que rodeaba el pueblo y las zonas más peligrosas por supuesto.Tambien, me enseñaron los distintos caminos que llevaban a los distintos reinos del mundo.

Muchos viajeros que regresaban al pueblo contaban historias de sus viajes.Uno, que venía de los Reinos Olvidados, contaba la historia de un viaje entre 3 razas distintas: un humano bárbaro de las tierras del Norte, un enano gruñón y un drow renegado de las profundidas de las tierras.

Yo, al principio, pensé que algunas razas eran odiosas y despreciables, como los Elfos Oscuros o los Orcos.Sin embargo, hay leyendas de muchos personajes que han hecho el bien y han pertenecido a una de estas dos razas.

Es como me dijo una vez mi Capitán, "no juzgues a una persona por su apariencia, raza o aspecto.Júzgalo por lo que tiene en su interior".

La mayoría de los viajeros que regresaban venían de los reinos de Sosaria.Contaban que allí eran tierras muy prósperas, aunque existía una terrible guerra entre dos hermanos por la corona del reino.

Durante aquellos meses, que se llegaron a convertir casi en dos años, conocí a mucha gente y encontré a muchos amigos.

Aun así, en mi interior sentía un vacío.Mi instinto de guerrero me pedía algún reto, algun peligro para demostrar mis habilidades en la lucha.Muchas veces, esperaba ansioso algún monstruo o alguna banda de bandidos para que mis compañeros y amigos vieran mis progresos con la espada.

Aquel día llegó, pero no acabo como yo esperaba.

 
El NaCimiento de un cazador Part 2
El Enemigo


Una noche que estaba de guardia en la zona Sur del pueblo con mis amigos, se encendió la hoguera de la torre Norte.Era la señal de alarma.La señal de que se acercaba un peligro para el pueblo.Rápidamente, recogí mi espada y fui corriendo a la puerta Norte junto con el resto de mis amigos que preparaban su equipo para la batalla.

En la puerta Norte, se reunió el "pequeño" ejército del pueblo.Y digo "pequeño" porque nuestro enemigo nos superaba en número.Al subirme a la pasarela del muro y ver el panorama, mis ansias por entrar en combate desaparecieron.Casi un millar de antorchas se alzaban por la colina del Basilisco, apodada así por la muerte de uno de esos monstruos a manos de nuestro ejército.Pero esta vez era distinto.El Capitán contaba las antorchas y calculaba el número de enemigos que habían.Estaba claro que era un grupo de bandidos que habían venido a abastecerse de agua y provisiones, sin importar si arrasaban el pueblo o no.

Entonces el Capitán dijo, "Vosotros dos venir conmigo, vamos a negociar con ellos."

Nos quedamos perplejos ante tales palabras.El Capitán se percató de las miradas de asombro de sus soldados y dijo: "No podemos hacer enfrente a ese grupo de bandidos.Nos superan tres a uno y tienen mucha más experiencia en combate que vosotros.Lo mejor es ir y negociar un trato antes de que decidan atacar y arrasar el pueblo." Sus palabras sonaron razonables y muchos tenían esperanzas de que el plan del Capitán tuviera éxito.

Le acompañaron dos soldados, cada uno con una antorcha, y se acercaron al líder de los bandidos.Estuvieron hablando durante un buen rato.Desde aquella distancia no se podía oir nada, sólo observar lo que pasaba.Los minutos pasaban y la tensión se notaba en muchos soldados.Estaban bastante intranquilos porque estas negociaciones no suelen tardar tanto.Muchos ya tenían su espada fuera de su vaina listos para recibir el ataque de nuestros enemigos.

Y ocurrió la desgracia.Los dos soldados que acompañaron al Capitán cayeron por varias flechas de ballesta que dispararon los bandidos de la línea del fondo, que estaban apostado en un pequeño risco para tener mayor visión.El Capitán salió a galope a caballo, mientras gritaba que estuviéramos listos para atacar.Una.Dos.Hasta tres flechas le alcanzaron en la espalda antes de llegar a la puerta Norte.

Los bandidos se abalanzaron contra nosotros.Cargaban con sus caballos a toda velocidad.
Nosotros no nos quedamos parados, mirando como nos iban a aplastar.Ya teníamos órdenes por si ocurría esta situación.La primera línea de arqueros, apostada en la pasarela del muro, disparó una andanada de flechas que alcanzaron a varios jinetes enemigos.Después, dispararon una segunda andanada, pero los bandidos eran muchos y, aunque habían caido varios de ellos, no se detuvieron en su carga.Al ver que se acercaban tanto, apuntalamos la puerta Norte para que no pudieran pasar.En ese momento, los jinetes estaban bastante cerca, por lo que la segunda línea de arqueros, que estaba en el suelo detrás del muro, disparó su primera andanada.Las flechas describían una trayectoria parabólica, por lo que no tenían mucha fuerza, pero era suficiente para que el jinete se cayera de su montura.Los arqueros siguieron disparando, pero entonces los nuestros empezaron a caer.

Muchos jinetes llevaban un arco o una ballesta consigo e, increiblemente, disparaban subidos en sus monturas y conseguían dar en el blanco.Era algo muy difícil de creer y casi imposible de hacer, pero estos bandidos habían conseguido disparar encima de sus monturas sin casi errar en el blanco.

Una segunda línea de jinetes apareció por detras de laincendiarias.Algunos jinetes llevaban sólo una antorcha, pero más tarde averiguaría el motivo de por qué llevar una antorcha.Lanzaron una andanada de flechas de fuego que alcanzó a las viviendas que teníamos a nuestras espaldas.Por suerte, la población había sido puesta a salvo en la plaza central del pueblo, pero tendríamos que apagar deprisa ese fuego para que no se expandiera y quemara el pueblo entero.

Los jinetes de las flechas de fuego bajaron de sus monturas, junto con los jinetes de la antorcha.Estos últimos, prendía las flechas de los arqueros.De esta forma, lanzaron una segunda andanada de flechas incendiarias.Muchos soldados se daban prisa en apagar los múltiples incendios con cubos de agua, pero era inútil, el fuego seguía creciendo.

De repente, un jinete llevaba una bola negra con un hilo y se acercó a un bandido con antorcha.Prendió fuego al hilo de la bola, que soltaba chispas, y la lanzó por encima del muro.Fue a parar donde estábamos nosotros, que apuntalábamos la puerta con nuestras fuerzas para impedir que entraran.Sólo recuerdo un soldado que gritó "¡Correr!" y luego una explosión muy fuerte.No sé como pude levantarme luego, pero mis oidos me pitaban y estaba algo mareado.Había tenido suerte con respecto a otros, ya que se veían algunos trozos de cuerpos humanos esparcidos en el lugar de la explosión.

Los bandidos desmontaron de sus caballos y subieron por el muro gracias a unas cuerdas con ganchos en un extremo para que la cuerda se enganchara en el muro.Nuestros enemigos subieron muy veloces por las cuerdas y los que estaban en la pasarela sacaron sus espadas de sus vainas para hacer frente a sus enemigos.Sin embargo, ellos tenían mucha más experiencia en el combate que nosotros, por lo que nuestras bajas fueron cada vez más.
Consiguieron abrir la puerta del Norte y algunos jinetes entraron dentro con sus sables y cimitarras, cortando pescuezos de los soldados de nuestro pueblo.

Me incorporé y desenvainé mi espada.Un jinete venía hacia mi.Estaba dispuesto a segarme la cabeza, pero me tiré hacia delante rodando para evitar que su espada me alcanzara.Volvió a cargar hacia mí.Me anticipé a su movimiento y levante mi espada para luego bajar en forma de curva descendente antes de que él me alcanzara.Conseguí arrancarle el brazo de un golpe.Cayó de su montura mientras gritaba de dolor y no paraba de sangrar.

Uno de ellos se acercó hacía mí por la espalda, empuñando una lanza lista para clavármela.No me percaté de su presencia, hasta que ví un destello azulado enfrente mía.Algo pasó por encima de mi hombro y le dió a mi enemigo en la cara.Cuando me dí la vuelta, vi a mi adversario con la cara quemada.No sé explicar que era, pero parecía una bola de llamas azules.Un jinete fue impactado por otra bola.Y otro enemigo más.Y otro más.Por mucho más que intentaba ver de donde venían aquellos destellos, tan sólo podía distinguir una figura transparente que no paraba de moverse.Parecía tener aspecto humano, pero no lo podía distinguir.Varios enemigos que se habían percatado del destello azulado, se acercaban al lugar de donde procedía.En aquel instante, una lanza con dos hojas, cada una en un extremo, apareció ante sus ojos.Las dos hojas eran curvas y ,en ciertas zonas, estaban serradas.

Los bandidos se quedaron atónitos ante tal aparición, pero no se dejaron dominar por el miedo.Habían vivido muchas batallas y muchos combates y no importaba a lo que se enfrentaban.Varios de ellos cayeron bajo la danza de aquellas dos hojas.Algunos intentaban parar los golpes con su espada o su sable, pero sus armas eran cortadas por cualquiera de las dos hojas.Al ver que se quedaban desarmados, echaban a correr para poder salvar sus vidas, pero un destello azul salía desde la posición de la lanza y los atravesaba.Vi todo aquel suceso sin poder decir nada, pero luego salí de allí corriendo por miedo a que esa extraña criatura viniera a por mí.De frente, me topé con el líder de los bandidos. "Vaya, vaya, vaya.Que muchacho más joven para ser un soldado.Veamos como te defiendes". Desenvainó su espada y me atacó.Conseguí parar el golpe, pero tuve que retroceder por la fuerza del impacto.Aquel despreciable no paraba de atacar y lo hacía con mucha destreza.Atacaba haciendo arcos descendentes hacia delante y de vez en cuando alguna estocada, pero me defendí bastante bien dentro de lo que cabe.Sin embargo, yo empezaba a cansarme y aquel tipo no paraba de sonreir mientras me atacaba "Te defiendes bien muchacho, pero no te servirá de nada.Eres el único superviviente.Acabamos de venir de la plaza del pueblo y hemos matado a todos los que allí había.No ha quedado nadie con vida." decía el líder de los bandidos con una sonrisa en su boca mientras no paraba de atacarme.
En aquel momento, sentí una rabia interior muy fuerte, muy profunda.Pensé entonces en mi familia, en mis amigos.Todos ellos y ellas muertos.Muertos.Matados por este vil asesino y su grupo de bandidos.

El líder de los bandidos lanzó una estocada profunda para acabar conmigo al ver que estaba medio pensativo por sus palabras, pero esquivé su estocada y ataqué con mi espada hacia arriba.Los reflejos de aquel tipo eran muy buenos, pues pudo esquivar mi golpe sin dificultad.Se reía de mí ante ese ataque tan lento.En su mejilla izquierda, apareció un corte profundo del cual emanaba bastante sangre.El bandido pasó su mano por la mejilla y vió la herida que le había causado.Entonces, comprendió que había estado bastante cerca del filo de mi espada."Esta bien, ya basta de juegos.Tú te lo has buscado mocoso." Su ataque fue rápido y fuerte.Yo apenas podía pararme los golpes y a veces los esquivaba, pero sus estocadas no pasaban muy lejos de mi cuerpo.Su espada me hizo un corte en el brazo izquierdo y luego otro en el muslo derecho.Podía ver como salía sangre de mis heridas, pero todavía seguía en pie, dispuesto a morir si hacia falta.Me jugué mi vida en un sólo ataque.Si moría, me llevaría conmigo al asesino que había matado a mis seres queridos.Se deslizó hacia la derecha y me dió en la cabeza con la empuñadura de la espada.Caí semi-inconsciente al suelo.Tan sólo pude escuchar las palabras de aquel asesino diciendo "¡No! No lo mates.Quiero divertirme con él.Atarlo y llevarlo a la guarida." Entonces, se hizo la oscuridad.

El nacimiento de un cazador parte 3

La Guarida

Me desperté en medio de una caverna.Unas gotas de agua no paraban de caerme de encima que provenían de unas pequeñas estalactitas del techo.Me dolía mucho la cabeza y todavía estaba algo mareado.Había una hoguera a mi izquierda, donde habían unos cuantos bandidos
comentando la batalla que habían tenido.
"Yo conseguí robarle este collar a una mujer antes de decapitarla con mi sable"-decía uno.
"Argg está manchado de sangre"-contestaba otro.
"Da igual, se puede limpiar un poco"- soltó un escupitajo encima del collar y lo frotó con la manga de su camisa para quitarle la mancha de sangre seca.

Más tarde, vino otro a la hoguera gritando: "¡Quereis callaros de una vez! hoy hemos perdido a muchos de los nuestros."
-Sí, pero no han caído en manos de aquellos patanes.-contestaba otro.
-¿Te refieres a la cosa esa de la luz azul? Eso han sido alucinaciones de algunos.
-Di lo que quieras, pero yo lo he visto.Ha matado a más hombres que todo los estúpidos del pueblo juntos.
-¿Sí? ¿Y cómo es que nadie le ha visto? ¿y cómo es que no nos ha matado a todos?
-Porque era casi invisible.No sé que clase de criatura era, pero parecía como transparente y llevaba un bastón con dos hojas y mataba a todo aquel que se cruzaba en su camino.Y luego, aparte, lanzaba destellos azules que quemaban.Yo lo ví todo desde una esquina.Pude
escapar antes de que me viera y acabara conmigo.
-¿Dónde crees que podrá estar esa criatura?
- No lo sé.Yo sólo salí corriendo de allí.Cuando volví con muchos más hombres, allí tan sólo quedaban cuerpos mutilados y trozos de hoja de espada y sable.No había rastro de la criatura por ningún sitio.
-Serás cobarde ¿dejaste morir a los nuestros mientras huías como una gallina?
-Tú hubieras hecho lo mismo que yo si hubieras visto como luchaba aquella cosa.

En aquel momento recordé esa escena, esa criatura luchando contra estos bandidos, destrozando sus armas y sus cuerpos.Uno de los que estaba en la hoguera, se percató de que estaba despierto.
-Ehh mirad quien se ha despertado jejeje.
-¿Por qué no nos divertimos con él?
-Si, buena idea.Vamos a divertirnos.Vamos a ver como sufre-decía uno mientras calentaba su espada en la hoguera y luego la acercaba a mi cara.El resplandor rojo de la espada quemaba de sólo mirarlo y en aquel momento sentí miedo del tremendo dolor que podía sentir si ese resplandor rojo tocaba mi cara.
-¡Basta!-gritó el líder de los bandidos, que apareció de entre las sombras.A su lado, estaba un hombre un poco más bajo que él, con una túnica negra y un bastón con una piedra verde en la parte superior.Se parecía a un mago, como aquellos que había oido hablar a muchos viajeros que se fueron del pueblo y volvieron con muchas historias sobre el mundo exterior.
-Dime ¿que te parece? ¿te puede servir?-le dijo el líder de los bandidos al mago.
-Sí, no parece muy fuerte, pero no tiene importancia.Me servirá para mis experimentos- decía mientras enseñaba una sonrisa en su boca.Se acercó a mí y me vió más de cerca.
-Sí, será un buen espécimen.-no sé por qué lo hice, pero le escupí en la cara.
-Habrá que enseñarte modales- me levantó del suelo sin cogerme.Tan sólo me señalaba con la mano.Me estampó contra el suelo, dejándome caer.Luego, volvio a subir, pero esta vez más arriba y de nuevo me dejó caer.La caverna era bastante alta, pero si me tiraba desde lo más alto, podía matarme y a ese mago le interesaba vivo...sólo hasta que terminara de experimentar conmigo.

Siguió estampándome por las paredes y por el suelo.Me salieron varios moratones de los fuertes golpes.Luego, me curó mis heridas, lo cual me dejó extrañado.
-Necesito que estes en plena forma para mis experimentos.Además, de esta forma puedo volver a estamparte todas las veces que quiera.Yo curo tus heridas, pero no el dolor.
De nuevo, esbozó una sonrisa.Se fue con el líder de los bandidos para hablar sobre el precio de mi venta, como si fuera una vulgar mercancía.
-Lo necesito para mañana mi buen amigo.Dentro de poco partiremos hacia Sosaria.-decía el mago mientras se marchaba.Gracias al eco, pude oir la respuesta del líder de los bandidos.
-Claro, estará listo tranquilo.Nosotros tambien tenemos pensado ir a esas tierras.Me han informado que en la ciudad de Ocllo se buscan mercenarios para luchar contra el rey Arnold y que pagan bastante bien.

Unas horas después, los bandidos de la hoguera estaban durmiendo.Bandidos no sé si serían buenos, pero de vigilantes eran bastante pésimos.Aparte, habían estado un rato bebiendo porque pude ver varias botellas de vino y licor vacías por el suelo.

Intentaba romper la cuerda que tenía atada en las muñecas con una estalagmita del suelo, pero era bastante difícil porque la estalagmita no estaba muy afilada.

Con paciencia y tiempo, pude romper las cuerdas de mi muñeca y luego me quité las cuerdas de los tobillos.

No sabía muy bien donde estaba ni la forma de la caverna ni tampoco donde estaba la salida.Sólo tenía claro que quedarme allí quieto sería mi perdición.Me levanté muy despacio, sin hacer ruido para que no se despertarán mis "vigilantes".Seguí caminando en la dirección que tomaron el mago y el líder de los bandidos.No sabía si era la dirección correcta a la salida, pero bueno, tenía que probar suerte.

A cada paso que daba, me alejaba de la hoguera y veía más oscuro.De repente, vi una luz de unas antorchas al final de la caverna.Me acerqué para ver de dónde provenía la luz.Este corredor de la caverna llevaba a otro más amplio, con antorchas a los lados para iluminarlo.Existía una bifurcación en el corredor.Ahora no sabía que dirección tomar, así que fuí
por la izquierda.

El corredor que había elegido iba describiendo una curva hacia la derecha.El suelo estaba bastante liso, por lo que esta gruta era muy usada por los bandidos y que llevaban bastante tiempo aquí.El corredor seguía haciendo curva y poco a poco la inclinación hacia arriba aumentaba.Eso me hacía pensar que tal vez este corredor me llevara a la salida.Sin embargo, lo que me encontré fue una puerta de madera que ocupaba todo el corredor.Intenté abrirla con cuidado, por si al otro lado había algún bandido, pero estaba cerrada.No pude abrirla por más que lo intenté.No tuve más remedio que dar la vuelta y seguir por el otro camino que antes no había elegido.

No tuve suerte en mi decisión, pues regresando a la posición de la bifurcación me encontré de frente con uno de los bandidos.Detrás mía se encontraba la puerta de madera y delante aquel villano que, al verme, había sacado rápidamente su espada y mostraba una amplia sonrisa al
ver que él tenía las de ganar.Aun así, no tuvo tiempo de atacarme.De repente, su cara se volvió con una expresión de dolor y parecía que sus ojos estaban a punto de salirse de su sitio.Luego fue cuando me di cuenta.Tenía atravesada dos cuchillas por la parte de los pulmones.Dos
cuchillas serradas que más bien parecía una garra.Una garra que le había atravesado desde la parte de atrás y sobresalía por la parte delantera del bandido.La sangre no paraba de emanar de la herida mortal que le habían producido.Yo me quedé perplejo porque detrás de él
no parecía haber nada, pero luego me di cuenta cuando se movió.La criatura de antes, la del pueblo que había matado a muchos bandidos, estaba delante mía, de forma casi invisible.Cuando se movía, podía notar el contorno de su cuerpo.De repente, la invisibilidad desapareció y me encontré con aquel monstruo que todavía tenía enganchado al bandido.Al
final, lo estampó contra la pared y lo dejó ahi tirado.Yo seguía viendo aquel monstruo, sin todavía creerme lo que me estaba pasando.Nunca antes había oido hablar de una criatura como la que veía en aquellos momentos.Medía casi dos metros de altura y su cuerpo estaba cubierto por una especie de armadura dorada.Parecía llevar una máscara y de ella salían unos pelos muy largos que le llegaban por el cuello.En su hombro izquierdo, parecía llevar un aparato bastante sofisticado, una especie de cañon en miniatura.No le podía ver sus ojos debido a la máscara que llevaba.Tan sólo podía ver sus "manos" y sus "pies" que tenían pinta más bien de un Orco.Pero aquella criatura no era un Orco ni mucho menos.

Se fue acercando poco a poco.Yo estaba paralizado, mis piernas no respondían a las órdenes que mandaba mi cerebro.En mi cabeza sólo estaba la idea de echar a correr en la dirección opuesta, pero mis piernas no se movían.Allí me quedé mirándolo, pasmado ante la imagen de
aquella criatura.De repente, extendió su brazo derecho con una velocidad asombrosa y atravesó la puerta de madera con las garras.Trazó un círculo alrededor de la cerradura, lo que la destrozó, dejando así la puerta abierta.Yo apenas vi como el brazo atravesaba la puerta.No
tuve tiempo de reaccionar para nada.Seguía ahí inmóvil, viendo aquella criatura.

Pasó delante de mi y luego me hizo un ademán con la mano de que le siguiera.Me sorprendió de que no me matara ni nada por el estilo.Luego pensé detenidamente lo que sabía de esta criatura.Hasta el momento, me había salvado la vida en dos ocasiones y sólo había matado a los bandidos.¿Pudiera ser que fuera un aliado? No sabía la respuesta, pero no tenía otra opción que fiarme de él.Solo tenía pocas posibilidades de salir con vida de allí, pero con la ayuda de éste ser, la probabilidad de salir vivo aumentaba.Fui al cadáver del bandido para recoger su espada, ya que iba desarmado y sería mejor llevar una espada en caso de que
surgiera algún problema.

Me dirigí en la dirección que había tomado mi nuevo compañero.Me estaba esperando al lado de la puerta de madera.Aunque fuera más grande que yo y llevaba varios objetos y esa armadura que parecía tan pesada, la extraña criatura no hacia el menor ruido.Es mas, yo me
sentía muy ruidoso en comparación con él, y eso que estuve un largo tiempo en los exploradores.

Más adelante, la caverna se hacía más ancha y más alta, pero apenas había luz.Iba a dar la vuelta para coger una antorcha, pero mi compañero se giró hacía mí y movió la cabeza de forma negativa.Sacó una cosa del cinturón que llevaba enganchado a la armadura.Apenas se
distinguía el cinturón porque era del mismo color de la armadura y se camuflaba.Me dió un aparato semicircular y cada extremo acababa en una patilla.Me hizo señas de que me lo pusiera en la cara.Las patillas se apoyaban en la parte superior de las orejas y el semicírculo cubría mis ojos.Yo veía igual que antes, sin ningun cambio, pero entonces mi aliado me señaló un pequeño botón en la patilla derecha.Lo presioné y aquello pareció funcionar.Veía la caverna al completo, como si todo se hubiera iluminado al instante.Era como caminar a través de un día
muy soleado.
-¡Oh vaya! Muchas gracias.-le dije y le dediqué una sonrisa.
Él asintió con la cabeza, como si comprendiera mis palabras.Seguimos hacia delante.Ahora veía perfectamente y no había peligro de que tropezara o hiciera mucho ruido.Además, al no llevar antorcha, les sería muy difícil a nuestros enemigos encontrarnos en aquella oscuridad.Me
equivoqué.

LLegamos a una zona de la caverna enorme.Yo sentía un aire fresco en mi cara y en mis manos, sentía como me llegaba el aire del exterior.Eso quería decir que la salida no estaba muy lejos.De repente, mi compañero me puso el brazo delante y me detuvo.Me quitó el aparato que me había dado y se lo guardó de nuevo.Iba a protestar porque no sabía el motivo de aquella acción, pero no me dió tiempo hacerlo porque se escuchó antes otra voz.
-Por lo que veo, has conseguido escapar de las cuerdas.
Era el líder de los bandidos,que estaba en una cornisa a nuestra izquierda, y a su lado estaba el mago.Este último chasqueó los dedos y la sala quedó totalmente iluminada por antorchas y esferas de luz.Ahora entendí por qué mi aliado me había quitado aquel accesorio.Si lo llego a
tener puesto en el momento de que se iluminara la sala, podría haberme quedado ciego.
-Aparte, hemos descubierto una especie nueva jeje.Nunca antes había visto un bicho como ese y menos con tanta inteligencia para saltarse mis trampas, aunque las de mi amigo el mago no pudo sortearlas.

Por eso nos habían encontrado.Sin darnos cuenta, habíamos activado alguna alarma mágica que avisaba al mago de intrusos.Por eso nos estaban esperando.El líder de los bandidos dió un silbido y,al instante, salieron un montón de bandidos con espadas y sables.Algunos
salieron con arcos y se apostaron en diversas cornisas, incluída donde estaban el líder de la banda y el mago.
-¡Atraparlos muchachos!
Se abalanzaron varios con redes para apresarnos.En un abrir y cerrar de ojos, mi aliado sacó como dos espadas serradas de su espalda, donde parecía tener escondido una especie de mochila dentro de la armadura.Unió los dos mangos que eran simétricos y se acoplaron
perfectamente.Ante mí tenía, de nuevo, la lanza que tenía una hoja en cada extremo.La lanza que había visto antes en el pueblo.Le lanzaron la red, pero la rajó sin ninguna dificultad.Entonces, se lanzó hacia un grupo de tres bandidos con sable.La velocidad con la que atacó fue increible.Sus enemigos apenas se percataron de que había llegado hasta su posición.Cuando querían darse cuenta, una de las hojas ya le había partido por la mitad.Acabó con aquellos tres en unos segundos y luego fue hacia otro grupo, esta vez de cinco.Sin embargo, lo consiguieron acorralar en un círculo de cinco personas y cada vez se iban sumando más y más bandidos, cerrando poco a poco el círculo para atacar a mi
compañero.No sabían con qué se estaban enfrentando.Mi aliado se quedó de pie y puso su lanza en vertical, apoyando una de las hojas en el suelo.Los bandidos se quedaron atónitos ante tal acción, pero uno de ellos reunió el valor suficiente de atacarle.Aquel bandido había vivido muchas batallas, había visto muchas cosas, muchas criaturas peligrosas y conocía muchas armas y armaduras.Pero no conocía la armadura que tenía delante de él.El sable hizo un movimiento descendente, pero al tocar la parte pectoral de la armadura, el sable se quebró.El bandido se quedó petrificado al ver que su sable no había hecho ni un arañazo a aquella armadura.Ni siquiera le había dejado marca.Todos los presentes, incluido el líder de los bandidos y el mago, estaban mirando fijamente la armadura de mi compañero.Incluso yo me quedé perplejo al ver la dureza de aquella pieza.Entonces, le llegó el turno a mi aliado.Levantó la hoja que estaba en el suelo y con ella atravesó al bandido que le había
atacado.Después, comenzó una serie de movimientos giratorios con su lanza, cortando todo aquello que se pusiera en medio de las hojas.Algunos bandidos del círculo intentaban defenderse, pero sus espadas o sus sables eran partidos por las hojas de la lanza.Y no sólo
eso.También sus cuerpos eran despedazados ante las hojas de la lanza.

Muchos bandidos, al ver que mi compañero era muy superior, iban a por mi, ya que no era tan rápido ni tan fuerte ni tenía tanta destreza, aparte de que no poseía ninguna de las armas de mi aliado.Vino uno a por mi.Ahora era cuando iba a demostrar lo mucho que había aprendido sobre el manejo de la espada.Paré un golpe y otro y otro más.Conseguía pararlos todos y esquivar algún que otro.Al final, mi rival empezó a cansarse y lo aproveché a mi favor.Ahora atacaba yo y él paraba, pero estaba tan cansado que apenas podía parar mis golpes.Al final, en un descuido, encontré un hueco en sus defensas y logré atraversale con mi espada.Luego otro, que vió cómo mataba a su compañero, salió corriendo, dejando soltar la espada.Pensaba que sería mucho más fácil acabar conmigo que con mi aliado, pero se equivocó y prefirió salir
huyendo.De todas formas, eso no le libró de la muerte.Un arquero le disparó una flecha y le alcanzó.El líder de los bandidos había visto la huída y, por supuesto, no permitía la cobardía entre sus filas.

Después, dió la orden a los arqueros que estaban abajo, en el suelo, para disparar a mi compañero.Me quedé impresionado porque habían varios bandidos luchando contra mi aliado y, si disparaban flechas, podrían darle a sus compañeros de la banda.Pero eso no le importaba a su líder.Sin embargo, yo no me quedé quieto viendo como disparaban, sino que
me abalancé contra ellos.A uno le hice un corte en el estómago que se quedó en el suelo desangrándose.Los otros habían tenido tiempo de sacar sus espadas de las vainas y se disponían a atacarme.Eran tres contra mí.Primero, se lanzó uno contra mi con una estocada larga.La esquivé dando un paso a la derecha, pero luego vino otro a por mi, dando golpes
descendentes con su espada.Los que podía los paraba,pero la mayoría los tenía que esquivar porque los otros dos también me atacaban y era preciso esquivarlo y moverme antes que bloquear un golpe y quedarme quieto.Seguía esquivando golpes.Mis tres enemigos no paraban de lanzarse contra mi o de hacer estocadas para encontrar un hueco en mis
defensas.Una de las estocadas me alcanzó en la parte izquierda de mi cuerpo, junto al abdómen.Me hizo un pequeño corte,pero por suerte no era nada grave, aunque sí muy doloroso.En aquel momento, me acordé de mi familia y de mis amigos.¿Habrían sentido este dolor tan intenso cuando les mataron? ¿o tal vez era todavía más doloroso? Tal vez los
quemaron a todos con las flechas de fuego.No lo sé, pero aquello me hizo que sintiera una rabia por dentro muy fuerte.Una rabia que convertía mi dolor en más rabia.Poco a poco, mi dolor desaparecía y la ira lo sustituía.Mis rivales vieron el fuego que desprendían mis ojos, el
fuego de un guerrero.No se acobardaron ante tal muestra de ira y siguieron atacando.Primero uno se lanzó de nuevo con estocada.La esquivé otra vez agachándome delante de él y clavando mi espada en su estómago.Su cara de sorprendido ante la rapidez de mi acción lo decía todo.Luego, para él se hizo la oscuridad para siempre.Use su cuerpo como escudo contra los otros dos que me quedaban.Luego, les lancé el cuerpo hacia ellos, por lo que tuvieron que retroceder unos pasos y estar pendientes de no perder el equilibrio.Fue mucho tiempo para mí.Conseguí desgarrarle a uno la garganta y al otro le hice una herida grave en el pecho, pero seguía con vida.No podía seguir luchando.De su herida salía mucha sangre e intentaba detener la hemorragia presionándose contra la herida, pero era demasiado grande y muy profunda.Sus ojos se desvanecieron y cayó muerto.

De mientras, mi compañero se encargaba de por lo menos diez bandidos a la vez.Una pila de muertos había a su alrededor, algunos con heridas muy graves, otros partidos en trozos y otros sin cabeza o atravesados.No sabría cuantos habían caído bajo la lanza de dos hojas, pero parecía que toda la banda hubiera caído bajo las poderosas armas de mi aliado.Un bandido se acercaba por detrás hacia él para atacarle por la espalda.Aunque mi compañero se había percatado de su presencia, una flecha pasó por encima de su hombro y le dio en la cabeza al bandido.Había cogido un arco y una flecha de los arqueros que había matado y había eliminado a aquel bandido que quería atacar a mi aliado de forma cobarde.De esta forma, le pagaba la deuda que tenía con él del pueblo.Me lo agradeció con otro movimiento de cabeza afirmativo y siguió combatiendo.

Los arqueros apostados en las cornisas dispararon contra mi compañero sin poder evitarlo.Eso no preocupó para nada al ser de la lanza de dos hojas.De forma magistral, paró las flechas con la parte plana de las hojas, moviendo la lanza de arriba a abajo y tambien haciendo un círculo delante de él, formando una especie de escudo protector.Entonces, le llegó su turno.El cañoncito que llevaba a su hombro izquierdo lanzó un proyectil azul contra un arquero.Y luego lanzó otro más, y dos más que lanzó y seguía lanzando aquellas bolas azules, que producían un destello azulado.Los arqueros caían con sus cuerpos calcinados por aquellas bolas.Esos eran los destellos azules que vi en el pueblo.No fallaba ningun tiro.Y aun así, seguía luchando con los pocos bandidos que quedaban vivos.

Entonces vino lo peor, el mago estaba concentrándose en un hechizo, un hechizo muy poderoso.Sus ojos se volvieron blancos y alargó la mano derecha extendiendo el dedo índice.Un rayo salió de su dedo y alcanzó a mi aliado.Lo levantó del suelo y lo estampó contra la pared del fondo de la sala.La criatura quedó en el suelo como muerta.Y así pensaba yo.No
sé por qué sentí tristeza en mi interior.Apenas conocía a mi compañero, pero me había ayudado mucho y me había salvado la vida en dos ocasiones.De nuevo, puse una flecha en el arco y tensé la cuerda.El mago mostraba una sonrisa de satisfacción junto con el líder de los bandidos.No se dió cuenta de la flecha que le atravesó el pecho.Miró al líder de los bandidos como si pidiera ayuda para salvar su vida, pero éste lo único que hizo fue empujar al mago para que cayera muerto al suelo.
-Lástima, era un buen cliente.
Luego, dirigió una mirada hacia mí.
-Veo que has podido con varios de mis hombres.Veamos como lo haces contra mí.
Saltó desde la cornisa hasta el suelo.No se hizo nada ni tampoco perdió el equilibrio.Estaba claro que este iba a ser un combate duro.Aquel tipo me superaba en casi todos los aspectos.Sólo había una cosa que yo tenía y él no.Sorprenderle.Yo contaba con el factor sorpresa.Él pensará que este combate lo tiene dominado y que será fácil vencerme.Esa forma de pensar será su perdición.Debía sorprenderle, de forma que mi acción sorpresa lo dejara bien muerto.Lo malo es que no sabía cómo hacerlo.Vino hacia mí con mucha velocidad y fuerza.Dió un salto hacia delante y desenvainó su espada para realizar un ataque en forma de
curva descendente hacia mi.Tuve que tirarme hacia un lado para esquivar el golpe, pero por casi me alcanzó aquel ataque.Al caer, se lanzó hacia el lado donde me había tirado y pretendía hacer un movimiento horizontal con su espada y partirme en dos si fuera posible.Pude ponerme en pie y parar ese golpe con mi espada, pero la fuerza de aquel tipo era mayor que la mía y mi brazo quedó algo entumecido.Siguió atacándome, con golpes rápidos y precisos.Realizaba
movimientos descendentes y luego cambiaba el sentido de la hoja para pillarme desprevenido.Yo paraba todos sus golpes, pero retrocedía ante la fuerza de estos.No me daba ningún momento para atacar.Al principio pensé que podía cansarlo como al otro bandido, pero su líder era más fuerte.Su resistencia física era muy alta y después de unos minutos de
ataques, su respiración apenas estaba agitada.Yo, por el contrario, comenzaba a sentir fuertes dolores en los brazos de los duros golpes de mi adversario.Tuve que empezar a esquivar a algunos, pero eran tan rápidos que algunos me llegaban a hacer pequeños cortes.En la pierna,
en el antebrazo, en la rodilla y en la mano.Este último hizo que tirara la espada del dolor, pues con esa mano la sostenía.Entonces, fue cuando levantó su espada para darme su golpe final.En un acto instintivo, me eché rodando hacia delante y esquivé su golpe.Pasé por su lado derecho y recogí mi espada del suelo.Me di la vuelta y clavé mi espada en su pierna derecha.El líder de los bandidos gritó de dolor y cayó al suelo.Su pierna se puso de color rojo debido a la sangre que salía de la herida.Me incorporé y comprendí que había ganado.Con esa herida, no podía seguir el combate.No podía apoyarse en esa pierna.

De repente, mi aliado apareció por detrás suyo dispuesto a liquidarlo.El rayo que le habían lanzado apenas habia tenido efecto ni en su cuerpo ni tampoco en su armadura.Era algo increíble la resistencia que tenía mi compañero.El rayo tan sólo lo había aturdido durante unos momentos.Ya no quedaban más bandidos en aquella sala, tan sólo su líder.Estaba a punto de atraversarle con la lanza cuando le dije:
-¡No! Detente.Matar a un ser indefenso es muestra de cobardía.Con esa herida dudo mucho que pueda volver a andar de forma normal.Ya no puede hacer ningun mal a nadie.

Como si aquella criatura comprendiera lo que le había dicho, apartó la lanzo del líder de los bandidos.Yo lo odiaba a muerte.Aquel hombre había matado a mis amigos y amigas y a mis familiares.Lo odiaba.Pero prometí cumplir el Código del Caballero."Matar a un ser indefenso es
muestra de cobardía". Eso decía el Código y debía cumplirlo.
De repente, aquel tipo empezó a reirse.
-¿De qué te ríes?-le pregunté con voz fuerte y firme.

En unos segundos, entraron muchos hombres por la parte donde habíamos entrado nosotros.Muchos hombres con espadas, escudos y armaduras.Algunos con ballestas o arcos y otros con túnicas y pergaminos.
-Cuando habeis empezado a luchar, mandé a uno de mis hombres para que avisaran al resto de la banda y que se prepararan para vosotros jejeje.No saldreis de aquí con vida.

Aquellos tipos se pusieron en formación y estaban dispuestos a matarnos.Mi aliado sacó un aparato de su cinturón.No sé cómo explicar aquel artilugio.Era muy raro.Tenía una especie de cañon de forma horizontal que apuntaba hacia delante, como el que tenía en el hombro, pero más grande y la parte del final describía una curvatura hacia abajo y terminaba de forma vertical.No era muy grande, le venía perfecto para usarlo con una de sus "manos".Apuntó al grupo de bandidos que habían llegado ahora y apretó una especie de pulsador situado en la zona de atras del artilugio, justo en la zona de la curvatura.
De aquella arma (porque eso tenía pinta de ser un arma) salió una esfera azul e impactó de forma rápida contra el grupo de soldados.Se oyó una fuerte explosión.Más fuerte que la de la puerta Norte del pueblo cuando los bandidos nos atacaron.Muchos soldados saltaron por los aires y otros, simplemente, se habían carbonizado.Lanzó otra bola y esta impacto en el suelo, provocando un agujero.Aun así, los hombres no se detenían y cada vez salían más y más.Mi aliado miró hacia el techo y disparó.La esfera explosionó en el techo, lo que llevó a un derrumbamiento.Las piedras cayeron sobre los bandidos y muchos fueron aplastados.Lanzó otra esfera contra el techo.Más piedras cayeron, pero tras la segunda explosión, la caverna empezó a temblar.Ahora no sólo caían piedras debajo de los bandidos, sino por toda la caverna.Las explosiones habían causado graves daños en la estructura de la caverna y ahora se caía a trozos.Las estalactitas caían por todas partes.Entonces fue cuando le hice una seña a mi aliado de que nos marcháramos.De repente, sacó la lanza y la puso delante de mi cara.Sonó un sonido y una daga cayó al suelo con su hoja hecha añicos.El líder de los bandidos me la había lanzado en un último intento de matarme, pero de nuevo mi aliado me
salvaba la vida por tercera vez.
-Gracias de nuevo-le dije.Y él movió su cabeza de forma afirmativa como diciendo "De nada".
Luego apuntó con su cañón que tenía en el hombro al líder de los bandidos y le disparó.Éste gritó en el último momento antes de que la bola azul le quemara toda la cara y le dejara un agujero en su cabeza.


Salimos de allí corriendo a toda prisa, la caverna se iba desmoronando cada vez más.Empezaron a caer grandes rocas del techo y parecía que íbamos a morir enterrados en aquella cueva.En un recodo de la cueva, podía distinguir una luz, una luz que provenía del exterior.La luz del Sol.Tras pasar el recodo, pudimos dislumbrar la salida.Ahora, toda la caverna temblaba, incluido el suelo y teníamos que tener cuidado de no perder el equilibrio, aparte de esquivar las rocas del techo.Cayó una roca enorme justo a mi lado y por poco me aplasta, pero mi compañero no pudo esquivarla a tiempo.La roca no le aplastó, pero su pierna izquierda se chocó contra la roca.Al oir el ruido yo me di la vuelta para ver lo que era.El ruido no era otra cosa que la roca saltando en pedazos debido al impacto contra la pierna de mi aliado.Pero él salió algo herido.Cojeaba bastante por esa pierna debido al fuerte impacto.Yo le ayudé a que siguiera, pero me dió un pequeño empujón y me señaló la salida.De nuevo le quería ayudar, le quería agradecer todo lo que había hecho por mí, pero él seguía señalándome la salida.
-No te dejaré morir aquí ¿me entiendes?-le dije con una mirada seria.Creo que comprendió lo que le dije y, como hacía siempre, asintió con la cabeza.Entonces, reunió todas sus fuerzas y se levantó.Seguimos corriendo hacia la salida, aunque mi aliado iba más lento que antes por la
pierna herida.Los lados de la caverna empezaron a caer.Las paredes caían con un fuerte estruendo y todo parecía indicar que el techo no tardaría mucho en desplomarse por completo.Estábamos ya muy cerca de la salida y yo no podía resistirme.Quería llegar cuanto antes al exterior para sentir de nuevo el aire, el calor que proporciona la luz del Sol.Mi aliado seguía detrás cojeando, pero llevaba un buen ritmo y no estaba muy lejos de mí.Le intentaba ayudar, pero él se negaba y me señalaba la salida.LLegué al exterior.Seguí corriendo para que me diera el aire en la cara.Noté la luz que proporciona el Sol en mi cuerpo.Noté el calor que daba y sentía como mis fuerzas se recuperaban.
Mi aliado estaba tambien fuera, justo en la salida de la caverna cuando pasó una tragedia.Un derrumbamiento de rocas cayó por la ladera donde se encontraba la abertura de la caverna.Las rocas cayeron por la ladera de la montaña y cayeron sobre la salida de la caverna.Yo me aparté un poco por si alguna roca salía despedida hacia mi, aunque estaba bastante alejado.Pero mi compañero no.Las rocas le cayeron encima y lo aplastaron.Justo en el momento de estar fuera, en el momento que ya parecía que los dos seríamos libres, las rocas se llevaron a mi compañero, a mi aliado o mejor dicho, a un amigo.

 primera y llevaban consigo arcos con flechas




 
   
 
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